La alegría y celebración en las tradicionales corralejas de Usiacurí se transforman en tragedia cuando Carlos Andrés Ditta Ortiz, un joven de 17 años, pierde la vida tras ser corneado por un toro de aproximadamente 400 kilogramos. El joven, en un acto de imprudencia, decide ingresar al ruedo, desconociendo el peligro que ello conlleva.
Un evento con historia y polémica
Las corralejas, fiestas populares en algunas regiones de la costa Caribe colombiana, tienen sus raíces en la época colonial y han evolucionado hasta convertirse en un símbolo cultural de estas comunidades. Sin embargo, su carácter violento y la alta tasa de accidentes y muertes han generado un debate constante sobre su pertinencia y regulación.
A lo largo de los años, las corralejas han sido escenario de múltiples accidentes fatales, lo que ha llevado a activistas y defensores de los derechos de los animales a exigir su prohibición. A pesar de esto, la ley colombiana, a través de la Ley 1272 de 2009, declaró a las corralejas como patrimonio cultural, protegiendo su realización en ciertos departamentos como Sucre y Córdoba. Este reconocimiento ha sido criticado por sectores que consideran que las corralejas promueven la violencia contra los animales y ponen en peligro la vida de los participantes.
Un estudio del Boletín de Antropología de la Universidad de Antioquia destaca cómo la patrimonialización de las corralejas fue impulsada más por intereses políticos y económicos que por un genuino esfuerzo de preservación cultural. Se argumenta que los ganaderos, quienes históricamente han controlado la política regional, utilizaron su influencia para legitimar estos eventos, a pesar de la oposición de otros sectores de la sociedad civil.
La tragedia de Carlos Andrés en Usiacurí, Atlántico
El caso de Carlos Andrés Ditta Ortiz no es aislado. Según informes, durante las corralejas de 2019, al menos cinco personas perdieron la vida y decenas resultaron heridas en diferentes municipios de la región. Estos incidentes han llevado a muchos a cuestionar la necesidad de mantener viva esta tradición, que si bien es una parte importante de la identidad regional, también cobra vidas cada año.
Mientras tanto, la familia de Carlos Andrés enfrenta el dolor de perder a un ser querido en circunstancias trágicas. Su muerte reabre una herida en la sociedad colombiana, una herida que solo sanará cuando se tomen decisiones claras sobre el futuro de las corralejas en el país.