Atletas con discapacidad visual encuentran una nueva oportunidad en el running

Correr, para muchos, es un escape. Pero para Ariel Scavo, de 50 años, es mucho más que eso. Hace más de 14 años, un desengaño amoroso lo llevó a empezar a correr. "Pájaro", como lo conocen la mayoría, corrió durante un año y cuando se empezó a sentir cómodo comenzó a disfrutar los recorridos y a ver a la gente a su alrededor. Pero el verdadero sentido lo encontró después, cuando descubrió que además podía ser útil y se convirtió en guía de atletas ciegos. Una experiencia similar vivieron otros atletas amateurs, que le encontraron un sentido diferente a eso de ponerse los pantalones cortos, las zapatillas y sumar kilómetros en asfalto, en las montañas o en una pista.

Mientras corría, Ariel se dio cuenta de que podía ayudar a las personas ciegas a disfrutar de este deporte. Fue así como comenzó a ofrecer clínicas de entrenamiento gratuitas que incluyen a ciegos o personas con disminución visual. También para quienes quieren ser guías. "Por los años que tengo de conocimiento, le ofrezco a la gente lo que a mí me resultó", afirma Ariel. "Toda la vida me sentí inútil. Como dice la canción de Gustavo Cerati, Te llevo para que me lleves. Cuando descubrí que podía ayudar a la gente de forma voluntaria, comencé a sentirme útil".

Ayudar a los demás mejora la salud mental

Valentina Ternengo, licenciada en Psicología, explicó que hay diversos estudios que demuestran que el deporte genera beneficios para la salud mental. Permite que se liberen neurotransmisores, como la dopamina y la serotonina, que aumentan el placer y el bienestar en las personas. El hecho de realizar actividades con otras personas mejora la tolerancia a la frustración, ya que implica la adaptación a las capacidades del otro y la coordinación con alguien más.

"El deporte influye de la misma manera en las personas que tienen una discapacidad, fisiológicamente y emocionalmente. Se vuelve un espacio mucho más terapéutico porque la frustración se pone en juego, pero desde un lugar más amigable, y se ponen en juego sus posibilidades, dentro de un montón de cosas que no pueden hacer", dijo Ternengo. "Además, aumenta la capacidad de autoconfianza y de autoestima".

La importancia de la confianza entre el guía y el atleta

La confianza entre el guía y el atleta es fundamental para lograr un entrenamiento exitoso. Florencia Viani, de 50 años, es una de las guías que entrena con Ariel. Ella se inspiró en "Pájaro" para convertirse en guía y asegura que es importante que el guía conozca sus límites y que haya confianza en el equipo. "Es el boca en boca y la buena voluntad de alguien que te quiere enseñar. También de la persona ciega o que necesita compañía, que te tenga paciencia, que te diga qué necesita. Es algo que se aprende en ese vínculo. No hay una fórmula", explica Florencia.

Florencia contactó a Ariel a través de las redes sociales y se conocieron en persona en el Parque Sarmiento. Desde entonces, Florencia ha aprendido mucho y asegura que le encanta correr y ayudar a los demás. "Lo lindo es que también se genera un vínculo de amistad que va más allá del deporte", describe.

Amigos unidos por la pasión del running

Walter Álvarez y Darío Olguín son dos mendocinos que comparten la pasión por el running. Hace unos años, un llamado telefónico los unió y comenzó una amistad que aún mantienen. Darío tiene 47 años y lleva más de la mitad de su vida practicando running. Hace unos años, un amigo le dijo que había una persona ciega que necesitaba un guía y él, sin saber nada al respecto, decidió colaborar.

"Los ciegos te van enseñando. Por ejemplo, cuando vas corriendo tenés que hacerle sentir a la persona que acompañás que lo está haciendo sola. Ellos tienen que ir por el mejor camino y eso te obliga a ir por la banquina o saltar pozos; el que tiene que ir por un lugar incómodo es el guía", explica Darío.

Walter perdió la vista de uno de sus ojos cuando era niño y, hace treinta años, perdió la visión del otro en un viaje de fin de curso. Después del incidente que provocó la pérdida total de su visión, el destino puso en su camino al amor de su vida. Se empezó a juntar con un grupo de ciegos que practicaban deporte y conoció a Silvina Castro, que también participó con su guía de la carrera y con quien se casó. Tienen tres hijas: Delfina, Carolina y Martina.

Walter y Darío han corrido juntos pruebas de diferentes distancias, entre 5 y 21 kilómetros. "Walter no tenía límites, ni miedo de correr mucho. Yo me he preparado con él para hacerlo", cuenta Darío. "Cuando veo a los ciegos correr me hacen sentir que yo soy el discapacitado, porque a veces me pongo límites injustificadamente, que ellos no".