La hija de Vero, entre apagones y plantaciones de marihuana
La hija menor de Vero baja con su uniforme verde del Hotel Luz, un edificio de nueve alturas en el polígono de Cartuja, Granada. El ascensor, desde hace años, no funciona. Como cada día, la niña de 11 años baja los pisos a oscuras, tocando las paredes sucias. Afuera, las luces de las calles están prendidas, pero nadie espera que las del rellano estén apagadas. La última redada en el inmueble se produjo a finales de noviembre, cuando la pequeña iba a la escuela. La policía incautó 1.500 plantas de marihuana, mientras que los técnicos de la compañía eléctrica Endesa quitaban los enganches ilegales de la caja de la luz del edificio.
La familia Fernández, y otros vecinos de Cartuja, La Paz, Almanjáyar, Nueva Granada y Rey Badis (22.000 residentes en total), sufren cortes eléctricos intermitentes desde hace una década. La empresa encargada de suministrar electricidad afirma que las plantaciones escondidas en las casas consumen tanta energía que logran tumbar la red. Sin embargo, el Ayuntamiento exige a la compañía renovar su infraestructura y distribuir mejor la energía para limitar las zonas dedicadas a actividades delictivas. Varias entidades sociales y religiosas denunciaron a Endesa hace dos años por violación de derechos fundamentales. Actualmente, el caso está siendo procesado en el Juzgado de Primera Instancia número 15 de Granada.
Según un informe del centro de salud del distrito solicitado por la jueza que lleva el caso, los apagones suponen “graves limitaciones en la higiene diaria, la alimentación y el estudio”. Solo el 2% de los suministros de estos barrios se utilizan para cultivar marihuana. El resto lo hace por supervivencia, como es el caso de Fernández. “¿Mis hijos tienen que pasar fatigas por lo que otros hacen en sus casas?”, se pregunta ella. “No puedo usar el congelador, todo se echa a perder”, lamenta. Las plantaciones interiores, como las que confiscaron en su edificio, ocupan baños, cocinas y dormitorios. Demandan la misma energía que 80 viviendas, según los cálculos de Endesa. Las conexiones ilegales destinadas al cultivo alteran las protecciones eléctricas del edificio, lo que provoca que los fusibles se fundan cuando el consumo de energía se prolonga mucho, generando incendios y cortes de luz para los vecinos. El año pasado se produjeron 23 fallos de este tipo al día en la zona norte de Granada. Cada uno de ellos duró un promedio de hora y media, según la compañía, y afectó a mil residentes.
La marihuana impone su ley
Cartuja es uno de los mayores epicentros de la marihuana en España. Los 16 clanes asentados en el territorio, conocidos entre otros como Los Gordos o Los Mararas, viven, comen y duermen junto a las plantas que ellos mismos custodian. Sus redes de trabajo llegan hasta el mercado europeo, con envíos a precios muy competitivos. Lo que se produce en esta zona se distribuye hasta Asia, según confirma un hombre vinculado a los clanes que cambió de vida fuera de la ciudad. “El peligro son las armas. Hoy en día cualquier chaval tiene una en la mesilla de noche. A las familias de este negocio les interesa la paz. Las balas y las puñaladas traen la mala suerte a las casas”, relata. Sin embargo, los disparos al aire a modo de advertencia están a la orden del día.
El poder de la marihuana también se ve reflejado en las calles. Los residentes de la zona norte viven de media ocho años menos que en el centro de la ciudad. Padecen el doble de enfermedades graves que la población general. Tres de cada cuatro personas en edad de trabajar están desempleadas. Estas condiciones “se ven agravadas por las interrupciones del suministro”, sostiene Marta García, médica de familia y coautora del informe solicitado por la jueza. “Hablamos de cortes repetidos, impredecibles y prolongados que determinan la forma de vida. Desde la climatización de unas casas ya de por sí mal aisladas hasta las dificultades de los electrodependientes”, añade.
Jean Baptiste Mangini, un hijo pródigo en busca de la luz
Jean Baptiste Mangini, alias Xio, es un productor audiovisual que ha regresado a Granada desde Luxemburgo. “La zona norte es muy bonita, pero también muy dura”, afirma. Xio busca impulsar la creatividad y descubrir el talento invisible del barrio, como ocurrió con el cantante Maka, que salió de estas calles y ahora llena el Wizink Center de Madrid. “La idea es que los jóvenes encuentren oportunidades fuera”, explica Xio. El productor ha tenido que instalar su estudio en un municipio cercano a Granada. “Si no, es imposible trabajar, los plomos saltan en mitad de una producción y te lo cargas todo”, afirma con cierta rabia. “Nada ha cambiado en estos años. Quien puede se marcha a otra parte. ¿Qué futuro hay aquí?”.