El BCE baja los tipos de interés 0,25 puntos ante el alivio de la inflación
El Banco Central Europeo (BCE) ha anunciado este jueves una nueva rebaja de 25 puntos básicos en el precio del dinero, el segundo recorte en lo que va de año. Esta decisión refleja la creciente confianza del BCE en que la inflación, que lleva tres años siendo un gran quebradero de cabeza, está cada vez más bajo control.
"Ante la dinámica de la inflación subyacente y la intensidad de la transmisión de la política monetaria, resulta apropiado ahora dar un paso más en la moderación del grado de restricción", ha señalado la presidenta del BCE, Christine Lagarde, este jueves.
Esta rebaja de tipos era esperada por los mercados, por lo que las Bolsas y el euro apenas se han inmutado tras conocerse la noticia. Los inversores esperan, como mínimo, una bajada más este 2024 y varias el próximo año, en un regreso a tasas más normales tras los bandazos de los últimos tiempos.
La facilidad de depósito, el tipo de referencia, queda ahora en el 3,5%. Mientras que el tipo de las operaciones principales de refinanciación baja al 3,65% y el tipo marginal de crédito al 3,90% al ejecutarse un ajuste técnico que reduce ambos indicadores en 35 puntos básicos adicionales.
Además de la decisión de política monetaria, los expertos del BCE también han actualizado sus previsiones de inflación. Sin grandes cambios: prevén que la inflación general se situará, de media, en el 2,5% este 2024, en el 2,2% en 2025 y el 1,9% en 2026, exactamente igual que en las proyecciones de junio.
Sí revisan ligeramente al alza (una décima) la inflación subyacente para 2024 y 2025, que será del 2,9% y el 2,3% respectivamente, algo que achacan al impacto de la inflación de los servicios, "más alta de lo previsto".
Lagarde espera que la inflación "vuelva a aumentar en el tramo final de este año" porque la comparación de los precios de la energía con los del año pasado ya no será tan favorable. Sin embargo, el bache previsto no supone una amenaza: "la inflación debería disminuir hacia nuestro objetivo en la segunda mitad del próximo año", augura Lagarde.
En cuanto al crecimiento, las noticias no son tan favorables: proyectan una tasa del 0,8% en este 2024, que aumentará progresivamente al 1,3% en 2025 y el 1,5% en 2026, una ligera revisión a la baja respecto a junio, de una décima cada año, por una menor contribución de la demanda interna.
"Las condiciones de financiación siguen siendo restrictivas, y la actividad económica es aún contenida, como reflejo de la debilidad del consumo privado y de la inversión", apunta el BCE.
Todas las miradas se centran ahora en la rueda de prensa de la presidenta de la institución, Christine Lagarde, a partir de las 14.45 horas, por si ofreciera alguna pista de los próximos movimientos. La mayoría de analistas descuenta un nuevo recorte en la reunión del 12 de diciembre, pero hay más dudas sobre lo que ocurrirá antes, en el encuentro de octubre, donde no se descarta una pausa, pero tampoco otro ligero descuento de un cuarto de punto.
Si el descenso de los tipos en junio tuvo un cierto aroma a cambio de ciclo, por ser el primero en cinco años, este de septiembre es el de la continuidad, el de afianzar un nuevo rumbo que se antoja ya inamovible a medio plazo, certificando el final de la receta del dolor de Fráncfort: diez subidas ininterrumpidas de tipos para combatir una inflación que llegó a superar el 10% en octubre de 2022, su máximo histórico.
En ese momento de máxima tensión, los responsables del Eurobanco seguramente habrían firmado estar donde están hoy: la inflación ha retrocedido hasta niveles muy cercanos a su objetivo del 2%, al moderarse al 2,2% en agosto —cuatro décimas menos que en julio, y tres décimas por debajo de la de Estados Unidos—, empujada por las caídas de los precios del gas, el petróleo y los alimentos frescos.
Y aunque el crecimiento da señales de fatiga —con Alemania estancada—, los tipos altos, que han restringido el acceso a financiación y encarecido la factura de hogares y empresas endeudadas, lo cual tiende a enfriar el consumo, no han generado una recesión de amplio alcance, como se temía.
Tampoco han provocado turbulencias en los mercados, con algunas de las principales Bolsas europeas cerca de máximos y el euro ganando terreno frente al dólar, lo que abarata las importaciones. Solo la inflación de servicios, más pegajosa de lo previsto, no acaba de descender como se esperaba —fue del 4,2% en agosto, dos décimas más que en julio—.
El buen comportamiento del mercado laboral ha sujetado el crecimiento en tasas positivas, aunque anémicas: la tasa de paro, del 6,4% es la más baja desde que existe el euro. Y por ahora lo ha hecho de una manera limpia, sin incómodos efectos colaterales: las subidas salariales han dado señales de ralentización en el segundo trimestre, espantando el fantasma de la peligrosa espiral precios-sueldos, tantas veces evocada por Lagarde.
La presidenta del BCE se ha ganado por el camino un enemigo: los hipotecados a tipo variable. Solo hace falta buscar juntos los nombres Lagarde e hipoteca en alguna red social para comprobar que la subida de las cuotas propiciada por la dura política de tipos del BCE ha sido un golpe financiero para muchos. Pero la relación con sus detractores parece en vías de mejorar: el euríbor ya está por debajo del 3%, su nivel más bajo en casi dos años, y el papel de agraviado salta a los ahorradores de perfil conservador, que han visto como la rentabilidad que reciben por comprar letras del Tesoro no deja de caer conforme crecen las expectativas de bajadas de tipos.
También dejan atrás sus mejores tiempos los bancos: el vicepresidente del BCE, Luis de Guindos, cree que su rentabilidad ya ha alcanzado un tope, al acabar el ciclo de subidas de tipos que les nutren de ingresos hipotecarios extra.