El Cártel de las Escobas Mágicas: Cinco familias barren la Ciudad de México

El característico sonido de las varas de perlilla al rozar el pavimento al amanecer en la Ciudad de México oculta un negocio multimillonario que opera con la complicidad de las autoridades.

Un negocio redondo

En los últimos seis años, las alcaldías de la capital han gastado 602 millones de pesos en la compra de varas de perlilla, la materia prima para fabricar las escobas que utilizan los barrenderos. El negocio está controlado por cinco proveedores que se reparten los contratos como si fueran un cártel: no permiten la entrada de nuevos competidores, entregan menos cantidad de la facturada y se ponen de acuerdo para evitar la competencia.

El rey de la vara perlilla es Humberto Carmen González Pérez, quien se ha llevado 202 millones de pesos en contratos. Le siguen Constancio Cruz Rodríguez (155,3 millones), Rodrigo Solís Martínez (74,9 millones), el Colectivo Ejidal Ultra del Sur y Alfredo Gutiérrez Hinojosa.

Varas de lejos

Las varas de perlilla se extraen principalmente de las faldas del Nevado de Toluca y son traídas a la capital transformadas en escobas. Los principales proveedores son comunidades rurales del Estado de México y Morelos.

La demanda de varas es tal que se cortan todo el año, lo que está provocando un daño ambiental. Además, los trabajadores que las cortan reciben una paga mínima.

Escobas que desaparecen

Una vez que las varas llegan a la ciudad, se convierten en escobas en las jarcierías del mercado de La Merced. Una escoba cuesta alrededor de 68 pesos, pero las alcaldías las compran a un precio promedio de 0,68 pesos la unidad.

Las alcaldías acaparan el producto y cada vez compran más y más, mientras que los barrenderos se quejan de la falta de escobas. La unidad de medida es la pieza, no el peso, lo que permite a los proveedores entregar menos cantidad de la facturada.

Un sindicato poderoso

El sindicato de trabajadores de limpia juega un papel clave en el negocio de las escobas. El líder del sindicato, Hugo Alonso Ortiz, es el único que conoce el número exacto de barrenderos que hay en la ciudad. A él le entregan las escobas y él decide quién las recibe.

Los barrenderos reciben entre una y dos escobas a la semana, pero en época de sequía pueden quedarse hasta con una al mes. Las escobas duran de 3 a 4 días, lo que obliga a los barrenderos a ingeniárselas para fabricarlas con las varas que encuentran en la calle.

Un mundo de corrupción

El negocio de las escobas es un claro ejemplo de corrupción en la Ciudad de México. El cártel de proveedores opera con la complicidad de las autoridades, que hacen la vista gorda ante las irregularidades.

Los barrenderos son las víctimas de este negocio. Trabajan en condiciones precarias y reciben salarios bajos. Además, se les niega el acceso a los materiales que necesitan para trabajar.

Conclusión

El Cártel de las Escobas Mágicas es un símbolo de la corrupción y la impunidad que imperan en la Ciudad de México. Es un negocio que enriquece a unos pocos a costa de los más pobres y que pone en riesgo la salud y el bienestar de los ciudadanos.