Auge de la inversión extranjera y atonía nacional

La entrada de capital extranjero en España ha superado los 71.000 millones de euros en los últimos dos años, más del doble que Francia y un 50% más que Italia. Esta inyección de capital ha sido clave para impulsar el crecimiento económico español, compensando el débil desempeño de la inversión nacional. La IED se caracteriza por su persistencia y su orientación a mejorar el potencial productivo, la eficiencia y la incorporación de nuevas tecnologías.

Estados Unidos es el principal inversor en España, representando casi el 20% de la capacidad total instalada por corporaciones extranjeras. Sin embargo, la entrada de capital estadounidense ha disminuido en los últimos tiempos debido a desinversiones y a la aplicación de incentivos a la repatriación de empresas en el marco del Inflation Reduction Act de la Administración Biden.

De cara al futuro, las políticas anunciadas por la Administración Trump, como los recortes de impuestos a las empresas y la imposición de aranceles, podrían redundar en nuevas desinversiones. No obstante, es probable que estas salidas se produzcan de manera gradual, ya que el capital extranjero invertido en España es relativamente estable.

Mientras tanto, la inversión nacional continúa rezagada. Esta debilidad se debe, en parte, al tamaño empresarial, ya que los inversores extranjeros tienden a centrarse en grandes corporaciones, mientras que la inversión nacional procede principalmente de pequeñas empresas. Estas últimas son más sensibles a factores locales, como las barreras regulatorias y la inseguridad jurídica, que fragmentan el mercado interno.

Los socios comunitarios y Reino Unido siguen apostando por invertir en España, representando más del 80% de las nuevas operaciones en los últimos dos años. Una mayor integración europea podría impulsar aún más la inversión, aprovechando las ventajas competitivas de los sectores más pujantes.

En un entorno global desfavorable, es crucial redoblar esfuerzos para superar las trabas a la inversión nacional y la modernización tecnológica. Esto implica reducir las barreras regulatorias, fomentar la innovación y crear un entorno más favorable para las empresas. De esta manera, España podrá aprovechar las oportunidades que ofrece la inversión extranjera y consolidar su crecimiento económico a largo plazo.