En los gélidos y vastos paisajes de Alaska, una comunidad de trabajadores migrantes mexicanos ha hallado una oportunidad única para mejorar su situación económica. A pesar de las duras condiciones y la lejanía de sus hogares, estos trabajadores contribuyen a la economía local durante las temporadas de pesca, generando ingresos que les permiten prosperar a su regreso a México.

Trabajadores mexicanos: el pilar de la pesca en Alaska

César Méndez, originario de Mexicali, Baja California, describe a la cadena BBC su experiencia como un desafío personal. Para él, trabajar en Alaska es un “trabajo de locos” debido a la distancia y las condiciones extremas, pero es una oportunidad que no puede dejar pasar. Con 14 años de experiencia en la industria pesquera de Alaska, César trabaja cargando camiones, descargando pescado en el muelle y operando grúas. Su labor incluye retirar el hielo que cubre el pescado para mantenerlo fresco, una tarea fundamental en un lugar donde la industria depende en gran medida de la pesca.

La rutina de César en Alaska es temporal: trabaja alrededor de 4 meses y medio, luego regresa a su negocio en Mexicali, donde compra y vende artículos de cocina y herramientas. Explica que en México, los meses de mayo a agosto son económicamente bajos, por lo que trabajar en Alaska durante esa temporada le permite compensar esas dificultades. Para César, el clima en Alaska, aunque impredecible, es parte del atractivo: “todos los días llueve aquí”, dice, lo que contrasta con el calor extremo de Mexicali.

Otra figura es Rosa María Vega, mejor conocida como Rossy o “chaparrita”. A sus 67 años, ha pasado 18 trabajando en Alaska y se ha convertido en una madre adoptiva para muchos de sus compañeros. Originaria también de Mexicali, Rossy cuenta que reparte su vida entre dos mundos: seis meses en México y seis en Alaska. Aunque reconoce que no es su familia de sangre, los trabajadores con los que comparte su día a día se han convertido en parte de su vida, lo que hace que la distancia de su hogar sea más llevadera.

En sus inicios, Rossy trabajaba de enero a septiembre, pero ahora su jornada se ha reducido a entre 5 y 6 meses al año. A pesar de su edad, sigue mostrando una gran dedicación al trabajo, mencionando que se siente como en casa entre sus compañeros, quienes la respetan y la ven como una figura maternal. Este lazo emocional es lo que hace que no extrañe tanto su vida en México, pues ha creado una especie de “familia” en Alaska.

Edgar Adrián Vera García (hijo de Rossy) es otro trabajador mexicano que ha encontrado en Alaska una oportunidad económica inigualable. Originario de Ensenada, Edgar llegó a Alaska hace más de una década siguiendo a su madre, quien lo convenció de unirse al trabajo pesquero. Aunque al principio lo veía con escepticismo, pronto descubrió que la pesca en Alaska ofrecía un retorno económico elevado.

Durante la temporada de pesca, Edgar ha llegado a ganar alrededor de 27 mil dólares en solo cuatro meses de trabajo, lo que, una vez convertido a pesos y utilizado en México, le permite llevar una vida mucho mejor que la que tendría si se quedara en su país. Él mismo lo dice con franqueza: “Si no fuera negocio, no regreso”. Este es un sentimiento compartido por muchos migrantes mexicanos que viajan a Alaska, ya que los salarios que ganan allí son considerablemente mayores a los que podrían obtener en empleos similares en México.

El impacto positivo de los trabajadores mexicanos

A pesar de las largas jornadas, que a menudo superan las 20 horas de trabajo continuo, Edgar sigue regresando cada año, consciente de que su esfuerzo se traduce en un bienestar económico para su familia. Sin embargo, también enfrenta las incertidumbres de la industria, ya que si no hay pescado que procesar, no hay paga.

Rossy recuerda con claridad la temporada de 2015, cuando las altas temperaturas en Cordova redujeron drásticamente la cantidad de pescado disponible. “Parecía que andábamos en Cancún porque andábamos en camiseta”, bromea, aunque las dificultades de esa temporada fueron evidentes al no haber suficiente trabajo para todos.

La historia de César, Rossy y Edgar es representativa de la experiencia de muchos trabajadores mexicanos que han encontrado en Alaska una oportunidad laboral única. La mayoría de estos trabajadores viajan con visas de trabajo temporales, y algunos también cuentan con pasaportes, lo que les permite entrar y salir del país de manera legal para trabajar en las temporadas más intensas de pesca. Estas temporadas, que van de mayo a septiembre, son vitales para la economía local de Alaska, ya que durante estos meses se captura y procesa la mayor parte del pescado que se distribuye a nivel nacional e internacional.

La presencia de trabajadores mexicanos es fundamental para mantener el flujo de trabajo en las plantas procesadoras de pescado. Sin su mano de obra, la industria pesquera de Alaska enfrentaría una escasez de trabajadores calificados. Muchos de estos migrantes, como menciona Edgar, provienen de ciudades como Ensenada y Tijuana, trayendo consigo no solo su experiencia laboral, sino también una actitud de dedicación y compromiso.

Sin embargo, trabajar en Alaska también tiene sus desafíos. Los trabajadores enfrentan jornadas agotadoras, pocas horas de descanso y, en algunas ocasiones, la incertidumbre de si habrá suficiente pescado para procesar, lo que afecta directamente sus ingresos. En temporadas malas, como la de 2015, la falta de pesca puede generar grandes preocupaciones sobre su futuro económico. A pesar de esto, la mayoría de ellos consideran que el sacrificio vale la pena, ya que los ingresos que obtienen en Alaska les permiten vivir de manera más cómoda y segura cuando regresan a México.

Conclusión

A diferencia de muchos otros migrantes, la intención de estos trabajadores mexicanos no es quedarse en Estados Unidos. César, Rossy, Edgar y muchos otros viajan a Alaska para trabajar durante unos meses y luego regresar a México, donde invierten sus ganancias en mejorar su calidad de vida y la de sus familias. Como dice Rossy: “Venimos a trabajar, hacemos el trabajo y nos regresamos”.

Rich Wheeler, uno de los contratistas de trabajadores migrantes en Alaska, destaca la importancia de los mexicanos para la prosperidad de la economía pesquera del estado. Menciona que estos trabajadores, aunque enfrentan condiciones difíciles y jornadas largas, hacen una contribución invaluable a la industria. Comenta que muchos de ellos llegan a Alaska en busca de mejores oportunidades, logrando ahorrar sumas considerables que luego invierten en sus familias y comunidades en México, lo que genera un impacto positivo tanto en Estados Unidos como en su país de origen.