Los entusiastas de las comidas rápidas o "happy meals", como se les conoce en Estados Unidos, han vivido un importante incremento en el costo de sus comidas favoritas desde que inició la pandemia, alrededor del 31%, superando ampliamente la inflación general de la canasta básica. Esta alza ha impactado también a una de las opciones más populares y económicas de comida rápida: los puestos callejeros, los pequeños establecimientos ubicados en las afueras de estaciones de metro o los "food trucks", camionetas de comida étnica que suelen permanecer en un lugar fijo.

Locales de comida rápida enfrentan aumentos de precios y dificultades

Tomemos como ejemplo un puesto de comida halal en el centro de Manhattan, en medio de una zona de oficinas y alto tráfico comercial. Allí, un plato de arroz con pollo en salsa cuesta actualmente 10 dólares (unos 9,30 euros al cambio actual). Si bien este precio puede parecer accesible en comparación con el elevado costo de vida de la ciudad, representa un aumento del 67% en comparación con 2020, cuando comenzó la pandemia.

Los clientes, que siguen prefiriendo los carritos de comida por su rapidez y convenience, se quejan del incremento, pero los propietarios aseguran que el aumento apenas les alcanza para cubrir sus crecientes costos: el pollo, por ejemplo, es ahora el doble de caro que en 2020, lo mismo ocurre con el gas que alimenta las estufas y los envases de cartón en los que se sirve la comida.

Dificultades para obtener permisos

Otra gran dificultad es la escasez y, por consiguiente, el alto precio de los permisos necesarios para operar estos puestos callejeros. Hay muy pocos permisos disponibles y las autoridades han restringido su concesión, a pesar de que la venta ambulante de alimentos y bebidas salvó a muchos neoyorquinos, principalmente inmigrantes, de la pobreza durante el cierre económico causado por la pandemia.

Muchos propietarios de carritos se han visto obligados a obtener permisos de manera irregular, alquilándolos a los titulares de licencias. El costo promedio de estos alquileres es de 18.000 dólares en efectivo cada dos años, pero varía según la zona de venta.

La pandemia ha trastocado muchos aspectos, y los precios no son la excepción. El límite anual de permisos era de alrededor de 5.100 durante décadas, pero en 2021, el ayuntamiento aprobó que solo se otorgarían 445 nuevos permisos por año durante una década. Hasta ahora, solo se han concedido 71.

La compleja y restrictiva legislación en torno a los permisos también ha influido en el aumento de los precios de estos platos del día, que incluyen opciones mexicanas, árabes, griegas y otras cocinas internacionales, algunas de las cuales incluso figuran en guías turísticas.

La resistencia de los carritos de comida

El puesto de dosas de Thiru Kumar, un lugar de peregrinación gastronómica en la Gran Manzana, se resiste a aumentar sus precios más allá de los 10 dólares por una de estas deliciosas y crujientes crepes, frente a los seis dólares que costaban en 2020.

El auge del teletrabajo también está dificultando la viabilidad de los carritos de comida. "Antes, cuando yo empecé, ibas a la oficina cinco días a la semana y había un carrito en cada esquina. Ahora que la gente acude menos al lugar físico de trabajo, el negocio de los carritos de comida está perdiendo terreno mientras los precios no dejan de subir", dice Mahmud, dueño y chef de un carrito de falafel y otras delicias orientales en la calle 66 de Manhattan.

Factores que amenazan los carritos de comida

La disminución de la clientela, el aumento de los costos y los obstáculos burocráticos para obtener permisos se están confabulando contra un ecosistema gastronómico muy popular, que es parte integral de la ciudad y está estrechamente ligado a sus sucesivas oleadas de inmigración.