¿Está Trump navegando hacia la revitalización del sector naval de EE.UU.?
La industria de la construcción naval en Estados Unidos se encuentra en un momento crucial, donde las políticas industriales están siendo reevaluadas bajo la lupa de la seguridad nacional y la competencia global. Según Milenio Diario, tanto la administración de Donald Trump como la de Joe Biden han expresado su preocupación por las prácticas comerciales de China que consideran injustas para la industria naval estadounidense. Ahora, con Trump nuevamente en el poder, surge la pregunta: ¿será capaz de reactivar este sector estratégico?

El contexto geopolítico y económico
Estados Unidos está buscando reducir su dependencia de China en el transporte marítimo comercial y aumentar su seguridad ante la creciente presencia naval china y rusa. Rana Foroohar, columnista del Financial Times, subraya la urgencia de fortalecer la capacidad de construcción naval estadounidense ante un panorama marítimo cada vez más complejo (Foroohar, 2024). La nueva estrategia marítima, con iniciativas bipartidistas como la Ley SHIPs, busca equilibrar los objetivos militares con la creación de empleos en el país.
La posible orden ejecutiva y sus ambiciones
Fuentes cercanas a la Casa Blanca sugieren que una nueva orden ejecutiva relacionada con la construcción naval podría aprobarse pronto. Esta orden incluiría objetivos ambiciosos para reconectar la construcción naval militar y comercial, reforzando la capacitación de la fuerza laboral marítima y penalizando a adversarios como China a través de tasas portuarias y otras restricciones. Mike Wessel, coordinador del caso 301 de construcción naval, afirma que, de implementarse, estas políticas representarían «la mayor inversión y compromiso con las capacidades marítimas de EE.UU. desde el programa de construcción naval Liberty de la Segunda Guerra Mundial» (Wessel, citado en Milenio Diario, 2024).

Desafíos y oportunidades en el horizonte
Sin embargo, el camino hacia la revitalización no está exento de obstáculos. Estados Unidos recientemente firmó un acuerdo con empresas canadienses y finlandesas para construir embarcaciones rompehielos, pero las tensiones comerciales con Canadá podrían complicar la situación. Además, la estrategia marítima deberá equilibrar las demandas del Departamento de Defensa, que busca un despliegue rápido de embarcaciones, con las necesidades de los sindicatos, que priorizan la creación de empleos en territorio estadounidense.
Paralelismos con la Ley de Chips
Julius Kerin, analista del sector, propone una estrategia similar a la implementada con la Ley de Chips, atrayendo a constructores navales extranjeros a Estados Unidos. «En 2022 Estados Unidos solo construyó cinco buques comerciales transoceánicos, en comparación con los mil 794 que armó China y los 734 de Corea del Sur», señala Kerin (Kerin, citado en Milenio Diario, 2024), argumentando la necesidad de la experiencia y la capacitación extranjeras.
El juego de los subsidios y el financiamiento público-privado
Kerin también subraya que la construcción naval es un «juego de subsidios competitivos», donde los principales países constructores navales brindan un apoyo considerable a sus industrias. En este sentido, propone que Estados Unidos considere formas más sólidas de apoyo a la inversión y explore estructuras creativas de financiamiento público-privado para los astilleros y los buques. Además, aboga por un enfoque más «materialista» en la política exterior, priorizando el respeto a la soberanía de otras naciones y fomentando un compromiso más constructivo en la reindustrialización.
- Fortalecimiento de la fuerza laboral: Capacitación y desarrollo de habilidades en la construcción naval.
- Inversión estratégica: Apoyo financiero y políticas que incentiven la producción nacional.
- Cooperación internacional: Alianzas con países que compartan intereses en la seguridad marítima.
La imprevisibilidad de Trump añade un factor de incertidumbre a este escenario. La política industrial es delicada, y el éxito de la reactivación del sector naval dependerá de la capacidad de Estados Unidos para equilibrar sus objetivos militares y económicos, así como de su habilidad para construir alianzas sólidas y duraderas en un contexto geopolítico cambiante.