El ocaso económico de Transnistria: un enclave separatista que depende del gas ruso y el apoyo de Moscú

El ficticio idilio económico de Transnistria, un enclave separatista prorruso reconocido internacionalmente como parte de Moldavia, llegó a su fin en 2016. Con una población de cerca de medio millón de habitantes, esta región autoproclamada independiente en 1990, situada entre una estrecha franja a lo largo del río Dniéster y Ucrania, llegó a contar con nueve bancos comerciales.

El descalabro financiero

Un cataclismo financiero hizo saltar por los aires su economía hace ocho años. Su autodenominado banco nacional se quedó sin reservas de divisas, concretamente de dólares, lo que obligó a las autoridades de Tiraspol, capital separatista, a introducir un instrumento administrativo que obligaba a las empresas a vender las divisas que poseían y a mantener su moneda al mismo precio: 16 rublos transnistrios por un dólar.

Beneficios del acuerdo con la UE

En ese mismo año, tanto Moldavia como Transnistria comenzaron a beneficiarse del Acuerdo de Asociación y Libre Comercio con la Unión Europea. A partir de entonces, las empresas transnistrias registradas en la Agencia de Servicios Públicos de Moldavia se duplicaron, demostrando que los agentes económicos de Transnistria eran conscientes de las oportunidades que ofrecía encuadrarse en el mercado legal de Moldavia.

La brecha salarial y el dumping fiscal

Sin embargo, la discrepancia entre los salarios y las pensiones en las dos orillas del Dniéster creció a favor de Moldavia. Los sueldos en Transnistria se hundieron la mitad que los de la ex república soviética, pese a que el enclave rebelde estaba eximido de cualquier impuesto a las mercancías que llegaban a Transnistria. Esto provocó que los productos de la región separatista fueran entre un 30% y un 40% más baratos.

Frente al dumping fiscal, Moldavia decidió cambiar la legislación, de modo que los bienes esenciales exportados desde Transnistria están ahora sujetos a impuestos por parte de las autoridades de Chişinău. Como consecuencia, la región pidió a Rusia que apoyara su economía para poder resistir las "presiones" del Gobierno moldavo.

El impacto de la guerra en Ucrania

Pero la eclosión de la guerra en Ucrania ya había perjudicado los intereses transnistrios. Hasta ese momento, la mayoría de las exportaciones pasaba por las fronteras ucranias sin la supervisión moldava, muchas veces de manera clandestina hacia el mercado ruso.

Tras la invasión rusa, Kiev cerró todos los puntos fronterizos, de manera que Transnistria dependía de una única ruta: la que cruza las aduanas moldavas. Es la primera vez en más de treinta años que Chişinău controla lo que entra y sale de la región.

Economía híbrida y dependencia del gas ruso

La economía de Transnistria es una híbrida entre una soviética -intervencionista- y de mercado. Sus ciudadanos no pagan el IVA, el seguro médico ni la cotización social, sino que la administración local lo abona todo con los réditos del gas ruso.

Transnistria depende de las importaciones de gas procedentes de Rusia a coste cero. Si hay gas, se puede producir metal que se vende a la Unión Europea, especialmente a Rumanía, y también electricidad que se destina a Moldavia.

El grupo Sheriff y la quiebra de Transnistria

La mayor parte de la economía de la región pertenece al grupo Sheriff, dirigido por el oligarca Victor Guşan. En 2022, Sheriff facturó unos 423 millones de euros y controla el banco más grande de la región, Agroprombank, así como la mayor cadena de supermercados y gasolineras, el operador de telefonía Interdnestrcom y la empresa Kvint, el mayor productor de alcohol.

Según el experto en políticas económicas Veaceslav Ioniță, Transnistria está en quiebra hoy en día y si no fuera por la Federación Rusa, su economía entraría en colapso en 24 horas.