Ariana Harwicz presenta "Perder el juicio", una novela sobre una madre que secuestra a sus hijos
La escritora argentina Ariana Harwicz acaba de editar su nueva novela, "Perder el juicio", en la que aborda el tema del secuestro de hijos por parte de uno de los progenitores.
El rapto de los hijos
La protagonista de la novela, Lisa Trajman, pierde la tenencia de sus hijos y, con restricciones para verlos, decide raptarlos y huir con ellos. Para ella, este acto es una recuperación de sus hijos, ya que considera que han sido apropiados por la familia de su ex marido.
Sin embargo, para la ley, lo que hace Lisa es un secuestro y es punible. Uno no puede llevarse a los hijos que tuvo con otro, al que la justicia le dio la tenencia.
Un punto de vista diferente
Harwicz adopta en esta novela un punto de vista diferente al habitual en este tipo de casos. Generalmente, son los hombres los que se ven privados de ver a sus hijos. Por eso, la autora decidió que fuera la mujer la impedida de ver a sus hijos.
Lisa es la violenta, la acusada de violencia de género, la que pierde el juicio, la que tiene orden de restricción.
Las relaciones filiales y la crítica del amor
Harwicz explora en esta novela las relaciones filiales y la crítica del amor. Las relaciones filiales perturbadas son algo que se arma en los entramados de familia. El amor es algo perturbado, ambiguo, que bordea todo el tiempo con la ilegalidad.
Las relaciones de los personajes de Harwicz son siempre filiales porque en las relaciones sanguíneas se condensa el poder, el amor y el odio.
El pasado y el presente
Lisa mezcla en su relato lo que hace, lo que le ocurre, lo que recuerda y lo que imagina. El pasado, que está en itálica, regresa a su historia con Armand, el padre de sus hijos. En las novelas de Harwicz, el presente siempre está apoyado en un gran iceberg del pasado.
El teatro y el cine
Las obras de Harwicz pasan con frecuencia al teatro y al cine. La primera sorpresa fue la propuesta de "Matate, amor" para teatro, después vinieron todas las demás.
Creo que es por algo misterioso que tiene que ver con mi formación. Cuando escribo no pienso de manera literaria, es una mezcla. Acaso es por eso después van al teatro. Y no se modifica el texto para volverlo teatral.
"Matate, amor" no fue una novela más, una novela en la que yo ya me sentía escritora, o que tenía un editor. Era una escritura que estaba casi desligada de la literatura. No sabía lo que estaba escribiendo ni que era una novela, ni que se iba a publicar. Fue escrita en los márgenes, con una desesperación inaugural.