Delacroix y el eco eterno del Partenón: La historia detrás de una cabeza de caballo

La influencia del arte clásico sigue resonando a través de los siglos, inspirando a artistas de diversas épocas. Un claro ejemplo de esto es la fascinación que sintió Eugène Delacroix, el renombrado pintor romántico francés, por la escultura de un caballo perteneciente a los Frisos del Partenón. Actualmente, estamos siendo testigos de cómo su boceto, una obra que captura la esencia y la fuerza de esta figura equina, continúa cautivando a los amantes del arte.

Según Yolaisi García (n.d.) de El Imparcial, la visita de Delacroix al British Museum en 1825 fue crucial. Allí, tuvo la oportunidad de contemplar de cerca los Frisos del Partenón, que habían sido trasladados desde Atenas. Esta experiencia dejó una huella imborrable en el artista, manifestándose en obras posteriores.

Un encuentro transformador en Londres

El British Museum, en el corazón de Londres, se convirtió en el escenario de un encuentro artístico trascendental. Delacroix, inmerso en la grandiosidad de los Frisos del Partenón, quedó particularmente impresionado por la cabeza de un caballo. Esta escultura, que formaba parte del carro de la diosa Selene, irradiaba una vitalidad y una expresividad que capturaron la imaginación del pintor.

Se está revelando que la cabeza de caballo no solo era una pieza escultórica, sino una ventana a la maestría de Fidias, el escultor griego responsable de los frisos. La habilidad con la que Fidias logró transmitir la fuerza y la emoción a través de la piedra dejó a Delacroix profundamente conmovido.

«Cabeza de caballo (del Partenón)»: Un boceto para la posteridad

Inspirado por esta visión, Delacroix creó un boceto a tinta titulado «Cabeza de caballo (del Partenón)». Esta pequeña obra de arte, que mide apenas 8,3 x 11,3 cm, se encuentra actualmente exhibida en el Museo Metropolitano de Nueva York. A pesar de su tamaño, el boceto irradia una energía y una vitalidad que son testimonio del talento de Delacroix.

Con trazos seguros y enérgicos, Delacroix capturó la esencia de la escultura original. Destacó la boca abierta, las amplias fosas nasales y, sobre todo, los ojos saltones del caballo, características que le confieren una presencia imponente. El boceto no es solo una copia, sino una interpretación personal que refleja la sensibilidad y la maestría del pintor.

Según El Imparcial (2025), «Con trazo seguro y enérgico, Delacroix logra plasmar la vitalidad de la escultura original, resaltando su boca abierta, sus amplias fosas nasales y, sobre todo, sus ojos saltones, características que dotan a esta figura equina de una presencia arrolladora».

El caballo del Partenón: Un motivo recurrente en la obra de Delacroix

La influencia del caballo del Partenón se extendió más allá del boceto. La figura equina comenzó a aparecer en varias de las obras posteriores de Delacroix, convirtiéndose en un motivo recurrente en su producción artística. Esta presencia constante es un testimonio del impacto que tuvo la escultura en la imaginación del pintor.

Ya se está notando que en obras como «La matanza de Quios» (1824) y «La muerte de Sardanápalo» (1827), se puede apreciar la influencia del caballo del Partenón. En «La muerte de Sardanápalo», por ejemplo, un equino con expresión angustiada recuerda poderosamente al boceto de la cabeza del Partenón.

La elección de Delacroix de representar caballos con una fuerte carga emocional refleja su interés por explorar la condición humana a través de la figura animal. El caballo, en este contexto, se convierte en un símbolo de la pasión, la fuerza y la vulnerabilidad.

¿Inspiración premeditada o serendipia artística?

Aún se está debatiendo si el viaje de Delacroix a Londres fue motivado por la idea de crear «La muerte de Sardanápalo» o si la visión del caballo de Fidias fue la chispa que encendió su inspiración. Independientemente de la respuesta, lo que es indiscutible es que el boceto de la cabeza del Partenón es una obra maestra en sí misma.

La obra de Delacroix se está catalogando como una de las representaciones equinas más geniales de la historia del arte. Su capacidad para capturar la esencia de la escultura original y transformarla en una expresión personal lo consagra como un maestro de la pintura romántica.

Más allá de la técnica: La emoción en el arte

El legado de Delacroix reside en su habilidad para transmitir la emoción a través de la pintura. El boceto de la cabeza del Partenón es un ejemplo perfecto de esto. A través de su trazo enérgico y su atención al detalle, Delacroix logra comunicar la fuerza, la vitalidad y la expresividad de la escultura original.

El arte de Delacroix nos recuerda que el arte no es solo una cuestión de técnica, sino también de emoción. Es la capacidad de un artista para conectar con el espectador a través de la emoción lo que realmente define su grandeza.

Referencias