El aguacate: un fruto en boga que esconde graves problemas medioambientales

El consumo de aguacates en Estados Unidos no para de crecer. En los últimos 20 años, se ha triplicado, alcanzando los 3,6 kilos por persona al año. El 90% de estos aguacates procede del estado mexicano de Michoacán, donde su producción intensiva está causando importantes daños medioambientales.

El aguacate es un cultivo muy rentable a corto plazo para los agricultores, pero su cultivo a gran escala tiene graves consecuencias para el medio ambiente. La introducción de variedades vegetales homogéneas y de alto rendimiento lleva a los agricultores a abandonar los cultivos autóctonos, lo que hace que el ecosistema local sea más vulnerable a amenazas como las plagas y reduce las opciones alimentarias. El monocultivo también puede impulsar la deforestación y consumir muchos recursos, como el agua.

El aguacate es originario de América Latina, pero la variedad más popular hoy en día en todo el mundo, el Hass, se cultivó en California. Los agricultores de California y Florida crearon múltiples variedades a partir del material recogido por los exploradores del USDA, pero en un principio los consumidores estadounidenses no estaban familiarizados con este nuevo alimento. Fue entonces cuando los agricultores empezaron a seleccionar plantas que producían aguacates con semillas pequeñas, pulpa abundante, piel dura, textura cremosa y altos rendimientos.

En las últimas décadas, el Hass se ha convertido en el aguacate dominante cultivado en todo el mundo. En la década de 1950, los agricultores mexicanos introdujeron el Hass en el sur de la frontera y, a principios de la década de 1960, los agricultores michoacanos de melón adquirieron tierras para ampliar su producción cultivando aguacates, centrándose pronto en la producción exclusiva del Hass.

La producción de aguacate en Michoacán se ha visto favorecida por su clima templado, sus abundantes lluvias y sus suelos volcánicos profundos y porosos, ricos en potasio. Sin embargo, incluso en condiciones favorables, los monocultivos nunca son sostenibles desde el punto de vista medioambiental. Los agricultores michoacanos siguen talando bosques, fumigando con agroquímicos, agotando los acuíferos y comprando propiedades comunales purhépecha, convirtiéndolas en lotes más pequeños de propiedad privada. El aumento de los beneficios ha espoleado la violencia y la corrupción, ya que algunas autoridades locales se confabulan con grupos del crimen organizado para ampliar el mercado.

Ante esta situación, algunas voces piden diversificar la agricultura en la región y reforestar Michoacán para ayudar a restaurar la ecología de la Sierra Purhépecha y proteger la economía rural. Otros abogan por importar aguacates de distintas zonas de México y del mundo para reducir la cuota de mercado del Hass, la variedad que actualmente domina el mercado.