Marianito, el payaso que hizo reír y llorar
En medio del ajetreo y el bullicio de la Gran Vía madrileña, un cartel llamó nuestra atención: "El Circo Galíndez rinde homenaje a Marianito, el famoso payaso que se retira de la actividad". Casualmente, habíamos visto a Marianito la noche anterior en la televisión del hotel y nos había impresionado su jovialidad.
Esa noche, el circo estaba repleto. Entre la multitud, los niños eran mayoría. Cuando llegó el turno de Marianito, apareció con su clásica galera deteriorada, su nariz roja y sus pantalones anchos. Su sonrisa era contagiosa, pero sus ojos no reflejaban alegría. Era como si la sonrisa fuera una máscara que ocultaba una profunda tristeza.
Marianito comenzó su actuación con las clásicas bofetadas, caídas y equívocos. Los niños se reían a carcajadas, pero los adultos sentían un dejo de nostalgia. Al terminar su número, Marianito se dirigió al centro de la pista y se quitó la galera, la peluca y la nariz. Luego, se limpió el maquillaje, revelando un rostro marcado por el dolor.
"Tengo sólo 36 años", dijo con voz temblorosa. "Este ha sido mi único oficio. No sé hacer otra cosa y ya no puedo hacer tampoco esto..."
Los espectadores guardaron un respetuoso silencio. Marianito permaneció unos minutos sin hablar, mirando al público con ojos perdidos. Luego, se retiró lentamente, mientras el aplauso lo acompañaba.
Salimos del circo con una sensación de melancolía. Veinte minutos después, vimos a Marianito entrar en una confitería cercana. Nos acercamos a saludarlo y lo invitamos a nuestra mesa. Aceptó, y nos contó su historia.
"He dedicado 16 años a esta noble profesión de payaso", dijo. "Amo a los niños y me ha llenado de satisfacción poder hacerlos reír y ser felices. Especialmente, me he preocupado por aquellos niños que se sientan en las últimas gradas del circo, porque sus padres no pueden pagar mejores localidades. Sé que mi espectáculo les brinda un momento de alegría y que lo guardan en sus corazones durante mucho tiempo."
"Sin embargo, hay un dolor que es más grande que cualquier risa", continuó Marianito. "Hace un mes, perdí a mi hija Maricel de seis años, a causa de leucemia. No pude soportar la idea de seguir haciendo reír a los niños mientras mi propio corazón estaba destrozado."
Comprendimos entonces por qué Marianito no podía seguir siendo payaso. El dolor de la pérdida de su hija había apagado su risa para siempre.
Cita de Mariano Narosky, periodista y autor del artículo
"Hay dolores a los que ya no se les puede sumar dolor".
Esta frase resume la profunda tristeza de Marianito. El dolor de la pérdida de su hija era tan grande que no había lugar para la risa o la alegría.