En medio del movimiento "MeToo", Alejandra Márquez Abella se propuso el audaz reto de dar voz a las causas feministas desde un ángulo inusual, abandonando la formalidad para explorar su complejidad con humor e irreverencia. "La liberación", una serie que se estrena esta semana en Prime Video, utiliza la comedia para examinar lo que significa ser mujer en la búsqueda de la igualdad, desafiando lo políticamente correcto.

El humor como vehículo de exploración

Para el elenco femenino, la comedia ofreció un espacio seguro para explorar temas incómodos. Ilse Salas describe el rodaje como un refugio donde pudieron desprenderse del recato actoral, gracias a la confianza mutua: "Somos amigas. Reconocí esa falta de pudor, detestaba a las actrices que se cuidan demasiado. Pero aquí vi un desparpajo y una liberación poderosa en mis compañeras".

Cassandra Ciangherotti ahondó en la contradicción de mujeres que sexualizan sus cuerpos no para encontrarse a sí mismas, sino para satisfacer expectativas externas. "Me preocupa ver eso. Natalia, mi personaje, me hizo enfrentar resistencias personales. Hablar de esto era necesario. Fue un gran reto y sí me puso nerviosa, pero me parecía muy importante tratarlo con responsabilidad".

La figura de la bruja

"La liberación" rescata la figura de la bruja como símbolo de las mujeres marginadas, rebeldes y sabias. Según Ilse Salas, en la serie "vemos a las brujas como mujeres que sabían más y no temían decirlo. Practicaban las artes ocultas. Todo era por miedo, está documentado. Uno de los libros fundamentales para crear el contexto mental medieval es "Caliban y la bruja" de Silvia Federici"

Salas continúa: "El libro explica quiénes eran estas brujas y cuál fue el primer feminicidio avalado por el Estado. Son mujeres que nadie quería cerca y ahora nosotras contamos nuestras versiones, porque somos las rebeldes, las que saben más y no tienen miedo de decirlo. Por lo tanto, ser bruja hoy empieza a ser algo positivo".

El patriarcado como personaje

El patriarcado ocupa un lugar central en "La liberación", encarnado por Diego Boneta. Aceptar este papel fue un desafío personal y actoral. "Al principio me dio pánico, pero entendí que interpretar al patriarcado no era un ataque a mí como hombre, sino una oportunidad para abrir los ojos, para burlarnos de esos mecanismos que oprimen incluso a quienes parecen beneficiarse de ellos", explica el actor.

Bajo la dirección de Márquez Abella, su personaje se transforma como un "shapeshifter", siendo el reto principal "cómo interpretar un concepto, porque son siete personajes distintos. Lo difícil fue hacerlo de manera diferenciada, divertida y con matices. ¿Cómo abrir los ojos a muchos hombres con este personaje y en este tono, porque Ale se burla un poco de ese machismo y a mí me tocó tomármelo en serio?"

Una producción liderada por mujeres

El colectivo es el corazón del proyecto. Las protagonistas también ejercieron como productoras ejecutivas, garantizando que sus voces se escucharan en todas las etapas de la producción.

"Al principio había resistencia. Ser productoras a veces implica que no te paguen bien, pero aquí fue diferente. Nuestras opiniones contaron y aprendimos mucho", explica Joanna Murillo, quien destaca la importancia de crear un ambiente seguro y colaborativo.

"Es muy difícil en esta industria que actrices o actores se conviertan en productores. Le temen, porque he escuchado muchas veces decir: "pero si la actriz va a ser productora entonces va a poder opinar". Claro, y esa opinión será en beneficio del conjunto, porque esto es un trabajo colectivo y en la colectividad hay que escucharnos. Nuestras voces son importantes. Además, aprendimos muchísimo".

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