Itaembé Miní: El terrorífico legado de un dúo criminal en Misiones
En la década de 1980, la tranquilidad del barrio Itaembé Miní en Posadas, Misiones, se vio irrevocablemente perturbada por una serie de crímenes atroces. La sombra de Ramón Daniel Domínguez y Adolfo Luis “Lauchín” Rodríguez, conocidos como los “Asesinos de Itaembé Miní”, sigue oscureciendo la memoria colectiva de la región. Años después de sus actos, la historia de estos criminales continúa siendo un recordatorio sombrío de la fragilidad de la seguridad y la profundidad de la maldad humana.
El inicio del horror
A principios de los años 80, Itaembé Miní se convirtió en el escenario de una pesadilla. Los registros policiales, como señala Clarín, dan testimonio de una ola de homicidios que sembraron el pánico en la comunidad. Domínguez y Rodríguez, valiéndose de una identidad falsa como gendarmes, perpetraron actos de violencia y abuso que marcaron un antes y un después en la historia local.
Durante más de tres años, este dúo criminal aterrorizó a los habitantes de Posadas, especialmente a las parejas jóvenes que buscaban intimidad en zonas apartadas. Su modus operandi, descrito por Redacción Clarín (2024) como meticuloso y cruel, consistía en simular operativos nocturnos para interceptar a sus víctimas. Una vez en su poder, las sometían a torturas físicas y psicológicas antes de quitarles la vida.
Crímenes que marcaron una época
El primer crimen que se les atribuye ocurrió en el invierno de 1980, cuando Wilfrida Noemí Lenguaza y Gustavo Omar Bolano fueron brutalmente asesinados a martillazos y puñaladas después de ser emboscados y llevados a un descampado. Este acto, según Clarín, marcó el inicio de una escalada de violencia que culminaría con su captura en 1983.
La pareja criminal también fue vinculada con robos, asaltos con violación e incluso la muerte de Ricardo Marcelino Núñez, un presunto cómplice al que golpearon hasta matarlo cuando amenazó con delatarlos. Su sed de sangre parecía insaciable, y su accionar, planificado y ejecutado con una frialdad escalofriante, dejó una profunda cicatriz en la sociedad misionera.
El fin de la pesadilla
El accionar de los “Asesinos de Itaembé Miní” llegó a su fin en enero de 1983, cuando cometieron su último doble homicidio conocido: el de Laura Silvana Sirimarco y Fernando Aníbal Marín, jóvenes pertenecientes a familias tradicionales de Posadas. El hallazgo de la corredera de una escopeta en la escena del crimen fue clave para su identificación y posterior captura. (Redacción Clarín, 2024)
La justicia y la reinserción
Condenados a prisión perpetua en 1985, Domínguez y Rodríguez pasaron 25 años tras las rejas. En 2008, tras recibir informes positivos de conducta, fueron liberados. Su liberación generó controversia y reabrió viejas heridas en la comunidad, que aún recordaba con horror sus crímenes.
Aunque el Servicio Penitenciario Provincial certificó informes positivos de conducta, el legado de sus crímenes sigue siendo un recordatorio sombrío de la capacidad humana para la maldad. Clarín señala que, a pesar de su liberación, el recuerdo de sus actos permanece grabado como uno de los períodos más aterradores en la historia criminal de Misiones.
El impacto psicológico en la comunidad
Los crímenes de Domínguez y Rodríguez no solo se cobraron vidas, sino que también dejaron un profundo impacto psicológico en la comunidad de Itaembé Miní. El miedo y la desconfianza se apoderaron de los habitantes, quienes vivieron durante años con la incertidumbre de no saber quiénes eran los responsables de tan atroces actos. La sensación de seguridad se vio destruida, y la comunidad tardó mucho tiempo en recuperarse.
Los informes psiquiátricos, citados por Clarín, describieron a Domínguez y Rodríguez como sujetos con rasgos psicopáticos, paranoicos y perversos. Esta combinación de factores, unida a su desprecio absoluto por la vida humana, los convirtió en criminales emblemáticos de la provincia de Misiones.
En conclusión, la historia de los “Asesinos de Itaembé Miní” es un relato sombrío de violencia y terror que marcó a toda una comunidad. A pesar de su liberación, el recuerdo de sus crímenes sigue vivo en la memoria colectiva de Misiones, sirviendo como un recordatorio constante de la importancia de la justicia y la necesidad de prevenir futuros actos de violencia.