Kate Winslet rescata la historia de Lee Miller: Corresponsal de guerra y testigo del horror

La actriz británica Kate Winslet está rindiendo un emotivo homenaje a Lee Miller, una figura multifacética que desafió las convenciones de su tiempo. Miller, quien fue modelo, fotógrafa y corresponsal de guerra, dejó un legado imborrable al documentar los horrores de la Segunda Guerra Mundial y dignificar a las víctimas del conflicto. La película «Lee Miller. La mujer que abrió los ojos al mundo», protagonizada y producida por Winslet, se estrenó recientemente, marcando un hito en la carrera de la actriz y honrando la memoria de esta valiente mujer.

El largo camino para contar la historia de Lee Miller

Winslet, de 49 años, ha dedicado una década a este proyecto, decidida a retratar las diversas etapas de la vida de Miller. Según Galo Martín Aparicio (2025), en un artículo publicado por El País, Winslet expresó su profunda conexión con Miller, afirmando que «no habría hecho la película si no sintiera una pasión tan profunda y es que Lee… no salía de mi cabeza». La actriz enfrentó numerosos desafíos financieros para llevar a cabo la producción, pero su perseverancia finalmente dio sus frutos.

La película se centra principalmente en la época en que Miller trabajó como corresponsal de guerra para la revista Vogue, armada con su cámara Rolleiflex. Sin embargo, su vida fue mucho más que eso. Antes de convertirse en fotoperiodista, Miller fue una exitosa modelo, primero para su padre y luego para las revistas Vogue y Vanity Fair.

De modelo a fotógrafa: Un giro inesperado

Un encuentro fortuito con Condé Nast, propietario de las revistas Vogue y Vanity Fair, en 1927, la salvó de ser atropellada por un coche y la catapultó a una carrera como modelo. Sin embargo, esta etapa fue breve. Tras la publicación de unas fotos suyas anunciando toallitas higiénicas femeninas en 1929, Miller decidió explorar su creciente interés por la fotografía.

Frustrada con la pintura, al sentir que todo ya había sido pintado, Miller encontró en la fotografía una forma de expresión más inmediata y emocionante. Se trasladó a París y se convirtió en alumna del fotógrafo surrealista Man Ray. Inicialmente, Ray se mostró reacio a aceptarla como estudiante, pero finalmente ambos establecieron una relación tanto profesional como amorosa. Juntos, exploraron la técnica de la solarización, y Miller rápidamente superó a su maestro, abriendo su propio estudio de fotografía.

La guerra como testigo: El coraje de una corresponsal

Antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, Miller conoció a Roland Penrose, quien se convirtió en su amante y luego en su esposo. En lugar de buscar refugio en Estados Unidos, Miller decidió quedarse en Europa y colaborar con la revista Vogue como fotógrafa. Sus imágenes trascendieron la moda y se enfocaron en los devastadores efectos de la guerra, mostrando los daños materiales y humanos causados por la deshumanización de Adolf Hitler.

Tras los bombardeos de Londres, Miller capturó la desolación de la ciudad, utilizando las ruinas como telón de fondo para sus modelos. Insatisfecha con los textos que acompañaban sus fotografías, comenzó a escribir sus propios reportajes, ampliando su alcance más allá de la moda y explorando temas como el trabajo de las enfermeras estadounidenses y las mujeres operadoras de reflectores.

En 1942, Miller buscó convertirse en corresponsal de guerra acreditada, un objetivo difícil para una mujer en ese momento. Conoció al fotoperiodista de la revista Life, David E. Scherman, quien se convirtió en su compañero de trabajo y la apoyó para obtener un permiso del Ejército de Estados Unidos que le permitiera acceder a la zona militar.

Testigo del horror: Los campos de concentración

Acreditada oficialmente, Miller retrató el horror de la guerra con su cámara Rolleiflex y su particular visión surrealista. Estuvo presente en La Cambe, en la playa de Omaha, después del Día-D, cubriendo hospitales de campaña y puestos de evacuación de heridos. También estuvo en París durante su liberación de los nazis.

Sin embargo, lo más impactante fue su llegada a los campos de concentración y exterminio de Buchenwald y Dachau en abril de 1945. Sus fotografías, que mostraban las cámaras de gas, las morgues llenas de cadáveres y las condiciones inhumanas en las que vivían los prisioneros, se convirtieron en un testimonio elocuente de la barbarie nazi. Según Winslet, las fotos de Miller «tienen de extraordinarias es que muy pocas son fotografías de guerra tal como se podría esperar» (G. Martín Aparicio, 2025).

La noche después de visitar Dachau, Miller y Scherman pasaron la noche en el apartamento de Hitler en Múnich, donde compusieron una imagen impactante: Scherman fotografió a Miller desnuda en la bañera, con sus botas sucias del polvo de Dachau. Esta imagen, según Winslet, representaba la idea de que «una fotografía no solo se toma, también se hace» (G. Martín Aparicio, 2025).

El regreso a la vida civil: Un trauma imborrable

Después de la guerra, Miller se reencontró con Roland Penrose, se casaron y se establecieron en una granja en la campiña inglesa. Allí, Miller cambió la fotografía por la cocina, tratando de superar los traumas que la atormentaban: una violación en su infancia y el horror de la guerra, personificado en los campos de concentración. Murió en 1977 a causa de un cáncer de páncreas.

Su nieto, Antony Penrose, y su nieta, Ami Bouhassane, se encargan de preservar y difundir su legado. Kate Winslet considera este legado como algo extraordinario y se pregunta: «Si dejamos de hacer películas sobre gente como Lee Miller, ¿cómo demonios vamos a cambiar la cultura y la actitud de la gente hacia mujeres complejas e interesantes que han vivido y llevan todas sus cicatrices en la cara?» (G. Martín Aparicio, 2025).

Referencias