'Luz de luna', la nostalgia de la buena contra el algoritmo

En la serie de los ochenta, hay muchas cosas que avergüenzan un poco hoy, pero también hay audacias, ironías, dobles sentidos y raptos de talento e inteligencia que dan mucha envidia.

Sergio del Molino, periodista de El País, reflexiona sobre la nostalgia que provoca 'Luz de luna', una serie de los años ochenta que se ha estrenado recientemente en Filmin.

Del Molino reconoce que huye de la nostalgia, pero que esta serie le ha hecho darse cuenta de que no todas las nostalgias alimentan monstruos. Algunas, bien manejadas en la intimidad de un salón, solo dan modorra y sueñito bueno.

'Luz de luna', por ejemplo, se presenta en Filmin con la posología adecuada: un chute poderoso sin contraindicaciones restaurativas. Uno puede gozar de la serie de los ochenta sin añorar ese barrio que nunca existió donde todos los vecinos se daban los buenos días y se felicitaban las pascuas.

Una serie de su tiempo

Se ve 'Luz de luna' con la conciencia de su vejez, algo que no suele pasar tanto con el cine, que aguanta mejor el paso de los años. Es normal: la tele es fungible, nunca se hace pensando en la posteridad, sino en el dato de audiencia de la mañana siguiente.

Gracias a eso, pasadas una o dos generaciones, se convierte en un recordatorio de la imperfección del mundo que la parió. La nostalgia que provoca una serie como 'Luz de luna' es del tipo consciente: no terminas nunca de trasportarte a la infancia en la que la emitían, no hay viaje en el tiempo.

Audacias, ironías y talento

Hay muchas cosas de 'Luz de luna' que abochornan un poquito hoy —y quizá ya abochornaban entonces—, pero también hay audacias, ironías, dobles sentidos y raptos de talento e inteligencia que dan mucha envidia y que no se encuentran en las producciones aseaditas y homogéneas de hoy, patológicamente obsesionadas con no dejar atrás a nadie y evitar cualquier posible malinterpretación o ambigüedad.

Es refrescante encontrarse con un Bruce Willis y una Cybill Shepherd aparentemente desentendidos de los espectadores, actuando como si solo importaran ellos y no hubiera que dar explicaciones.

Un antídoto contra la condescendencia de los algoritmos

Del Molino cree que a muchos espectadores les haría bien esa aspereza narrativa como antídoto contra la condescendencia de los algoritmos.

No sabe si quiere volver a vivir en ese mundo gamberro y despreocupado, pero está convencido de que a muchos espectadores les haría bien esa aspereza narrativa como antídoto contra la condescendencia de los algoritmos.