Hoy decidí dejar a un lado la superficialidad de los temas que a veces toco en este espacio para criticar lo que me mueve la fibra y me ha dado de comer durante años: el periodismo.

No es la primera ni la última vez que se habla de la crisis que está viviendo este oficio, cada vez menos rentable para los propietarios de los grandes medios de comunicación y, en especial, para quienes lo ejercen de manera independiente. Pero más allá de detenerme en lo económico, quiero expresar la malparidez existencial que me generan las dinámicas que hoy lo rigen.

Ya no importa lo esencial, como saber escribir, untarse de calle y contrastar fuentes. Lo que importa es reducir los periodistas a máquinas de fábrica china capaces de producir de seis a ocho notas diarias, la mayoría de ellas copiando lo que dice otro medio, escudándose en el “presuntamente” y plagadas de adjetivos, incluso los títulos, con el escandaloso “¡URGENTE!”.

Y que los periodistas se olviden de sus urgencias fisiológicas, porque si se levantan del puesto al baño se quedan sin tiempo para cumplir la cuota. La recompensa es triste, un sueldo que a veces es inferior a los dos millones de pesos.

Lo más fácil es echarle la culpa al SEO, que orienta la estrategia de los medios de comunicación con base en lo que están buscando las audiencias, con tan mala fortuna que es la dichosa ‘Casa de los famosos’, un programa plagado de pendejos con los que se identifica el colombiano promedio. Sin embargo, a los periodistas se les está olvidando lo más bonito de esta profesión, con todo y sus riesgos: incomodar al poder. Pero claro, ¿cómo hacerlo?, si los dueños de los medios son reconocidos empresarios que a su vez tienen intereses políticos, es decir, son el poder.

No sé si es necesario educar a las audiencias, tema que siempre ha estado en el tintero. Lo que deberíamos es dejar de concentrarnos exclusivamente en el SEO y dejarnos guiar por ese olfato periodístico del que en la universidad tanto nos hablaron, porque de “oraciones para eliminar las deudas” y de “superalimentos para generar colágeno” esta profesión no puede seguir viviendo. No puede ser motivo de orgullo tener la nota más leída, y más si es una predicción de Mhoni Vidente, cuando hay un sinnúmero de historias esperando ser contadas.

Los periodistas somos culpables de la decadencia de este oficio, debo reconocerlo.

Quisiera volver a los tiempos en que los editores devolvían una nota no porque estuviera mal escrita, sino porque se imaginaban un enfoque diferente. Ahora uno le explica a un redactor que no cite Wikipedia, aunque eso se le enseña a un estudiante de colegio, y lo amenaza con mandarle a sus abogados —parece chiste, pero es anécdota—.

¿Saben? Tan jodida está la cosa que uno le cree a la expareja, pero no a los medios. Y mucho menos a los periodistas “consagrados” que señalan de bodeguero a todo aquel que controvierta sus trinos, mal escritos, además…

Comentario tóxico: amo el periodismo, pero el amor duele.

Recomendación seria: pillen las investigaciones de la revista RAYA y los reportajes de Vorágine, buenos ejemplos de periodismo independiente.