No todos se van porque quieren, porque pueden, porque tienen el privilegio de elegir. La mayoría se va por culpa de otros, contra su voluntad, con incertidumbre. Quizá huyendo. Huir no es de cobardes. No es fácil dejar un lugar al que te aferras, aunque no tenga nada qué ofrecerte, no por el lugar por sí mismo, por quién lo habita, por quien lo asume como suyo, robando tanto como puede.
No quiero irme ni quedarme, solo estar, ser, sin colores, sin banderas, sin ideales, sin imposiciones. Y que mi gente no se quede, no se vaya, solo se trague el mundo mientras la comparte con otros.
Nota: pana, este pedacito de tierra es tan suyo como mío, por acá siempre bienvenido.