El luminario de la física teórica, Peter Higgs, cuyo legado perdura a través de la partícula que lleva su nombre, nos ha dejado a sus 94 años. El descubrimiento teórico del bosón de Higgs marcó un antes y un después en la comprensión del universo y la masa de las partículas subatómicas. La confirmación de su existencia trajo consigo el más grande experimento humano: el Gran Colisionador de Hadrones (LHC).

Un legado que transformó la física moderna

Peter Higgs propuso la existencia de esta esencial partícula en 1964, como el pegamento que da coherencia al universo. Si bien su teoría no fue demostrada sino hasta décadas más tarde, en 2012, la comunidad científica y el mundo miraron con asombro cómo las colisiones de protones en el CERN arrojaron luz sobre los misterios de la materia.

El Nobel y el reconocimiento global

El incansable esfuerzo de Higgs no pasó desapercibido: En 2013 recibió, junto a François Englert, el Premio Nobel de Física por su descubrimiento teórico. Fue una victoria no solo para él sino para los muchos científicos que siguieron la senda que él ayudó a trazar.

Una vida dedicada a la ciencia

Desde su doctorado en el King's College de Londres hasta su emérita cátedra en la Universidad de Edimburgo, la vida de Higgs estuvo siempre vinculada a la búsqueda del conocimiento, una búsqueda que dejó una huella indeleble en la física y en nuestras vidas.

La noticia de su fallecimiento provoca una reflexión sobre la impermanencia y la eternidad de las contribuciones a la ciencia. Peter Higgs vivió para ver la validación de su vida de trabajo, y su muerte nos recuerda la importancia de perseguir el conocimiento para entender las maravillas del universo en que vivimos.