Cataluña se encuentra al borde de una posible repetición electoral por cuarta vez en una década, ya que ningún candidato ha conseguido los votos suficientes para ser investido presidente de la Generalitat. El socialista Salvador Illa, vencedor de las elecciones del 12 de mayo, ha solicitado más tiempo para formar una mayoría de izquierdas de 68 diputados, incluyendo una alianza con ERC y los comunes. Mientras tanto, el expresidente Carles Puigdemont espera presentarse al Parlament tras ser amnistiado y sin riesgo de detención.

Puigdemont en el limbo

Con una situación compleja y convulsa, que ni siquiera la aprobación de la ley de amnistía ha logrado apaciguar, el desenlace se encuentra en manos de Esquerra, actualmente sumida en una catarsis. El Gobierno de Pedro Sánchez confía en resolver el enigma con un delicado acuerdo sobre la financiación "singular" de Cataluña, que ya ha generado reacciones negativas del PP, algunos barones del PSOE y partidos minoritarios que sustentan la gobernabilidad de España, como Compromís.

Los posibles pactos y sus consecuencias

Las negociaciones comenzaron este martes, y la portavoz de ERC, Raquel Sans, advirtió a los socialistas: "Si su propuesta no es buena, la militancia no la avalará". El 12-M certificó la pérdida de la mayoría absoluta del independentismo (de 74 a 59 diputados) y el declive del proceso. Sin embargo, la inestabilidad persiste en el Parlament y amenaza la solidez del Gobierno. La situación tendrá un impacto indudable en el futuro del Ejecutivo, tanto si Illa es investido con los votos de ERC (debido a la reacción de Junts) como si no (por el desequilibrio y la posible ruptura de la mayoría de la investidura).

Las maniobras de Junts

Josep Rull, presidente de Junts y exconsejero que cumplió prisión y fue indultado, tiene previsto aprobar este miércoles la resolución de un "acto equivalente" a la investidura para activar el reloj de una hipotética repetición electoral, que tendría lugar el 13 de octubre. Rull visualizará esta decisión en un pleno sin candidato a la investidura, donde los grupos dispondrán de cinco minutos para exponer su postura en un hemiciclo dividido.

El escenario se complica aún más con la rebelión y el rechazo de gran parte de la cúpula judicial a aplicar la ley de amnistía, lo que podría condicionar los plazos y el regreso de Puigdemont, quien ha afirmado que se presentará al primer debate de investidura previsto para agosto. La Abogacía del Estado ha solicitado al Supremo el "inmediato alzamiento" de la orden de detención contra el expresidente.

ERC, en una encrucijada

Oriol Junqueras, líder de ERC, ha descartado la propuesta de su partido de encabezar la lista en una eventual repetición electoral, ya que considera que pasará mucho tiempo hasta que sea amnistiado (pesa sobre él una inhabilitación de 13 años). Josep Rull, exconsejero de Junts que cumplió prisión y fue indultado, también tiene previsto aprobar este miércoles la resolución de un "acto equivalente" a la investidura para activar el reloj de una hipotética repetición electoral, que se celebraría el 13 de octubre.

El "acto equivalente" fue la solución improvisada hace cuatro años, tras la condena del expresidente Quim Torra por un delito de desobediencia, para iniciar el cómputo del plazo para formar Gobierno o repetir las elecciones. No es extraño que en Cataluña se active la cuenta atrás: ocurrió en 2016 con la investidura del propio Puigdemont, aprobada en el último momento; en 2018 con la de Torra, tras sucesivas suspensiones y prohibiciones del Constitucional (Puigdemont), del Supremo (Jordi Sánchez) o de ingreso en prisión (Jordi Turull) después de un primer debate fallido y antes de la segunda sesión; en 2021 con la de Pere Aragonès, en plena pugna interna de ERC con Junts; y ahora con Illa como candidato más votado (42 escaños) o Puigdemont (35).

El papel clave de los partidos minoritarios

El líder de Junts necesitaría la abstención del PSC (sumando los votos de ERC y la CUP) para alcanzar la presidencia. Illa ha insistido en que eso no sucederá y ha reiterado que Puigdemont no tiene ninguna posibilidad, una postura que también mantiene Pedro Sánchez. Junts replica que esa mayoría es operativa y recuerda que sus votos son fundamentales en el Congreso para sostener al Gobierno de Sánchez, quien tampoco ganó las elecciones y quedó en segundo lugar. La situación no es idéntica porque una presidencia de Puigdemont exigiría la abstención del PSC tras haber ganado las elecciones. Incluso la CUP ha pedido a Puigdemont que abandone sus fantasías.

El escenario es tan complejo que se necesita observarlo con detenimiento: los posibles pactos en el Parlament (una posible alianza entre el PSC y ERC) pueden repercutir en el Congreso (consecuencias del enfado de Junts). El independentismo, en cualquier caso, ya ha ganado una primera batalla con una mayoría en la Mesa (cuatro miembros frente a tres del PSC), aunque ya no la tiene en el hemiciclo.

Illa afirma que no quiere presionar a nadie y prefiere tomarse su tiempo antes que cerrar un pacto que no sea sólido. Toda la atención se centrará en Esquerra durante estos dos meses de verano, cuya portavoz, Raquel Sans, advirtió este sábado que la militancia no respaldará ninguna propuesta que no sea "un buen acuerdo". ERC está inmersa en una profunda catarsis que comenzó con la renuncia del actual presidente, Pere Aragonès, y culminó con un inédito manifiesto firmado por 900 miembros que piden el alejamiento definitivo de Oriol Junqueras de la dirección.

El futuro de la investidura y la estabilidad del Gobierno

Quienes piden renovación son los mismos cuadros y rostros visibles del partido. ERC se encuentra dividida y sumida en una difícil encrucijada: la militancia decidirá y necesitan ofrecer un acuerdo lo suficientemente sólido como para convencerla. Si los afiliados lo rechazan, el escenario podría dar un giro de 180 grados, ya que Carles Puigdemont podría regresar y hacer campaña en Cataluña en caso de repetición electoral. Para ERC sería complicado votar una investidura en su contra.

El proceso de investidura ha quedado marcado por el tacticismo político. Tras plantear que a Puigdemont le convenía ser el primero en someter su candidatura al pleno, Junts optó por echar el freno de mano y exigir que Illa fuera el primero en intentar la investidura. La maniobra pretende dar más tiempo a Puigdemont hasta que se conozca el alcance de la amnistía para él y también busca poner a ERC en un aprieto: los republicanos tienen dificultades para justificar ante el independentismo su apoyo inicial a Illa sin haber mostrado antes voluntad de dar cancha a Puigdemont, aunque sus opciones sean escasas.

A pesar de la activación de la cuenta atrás electoral, Illa pretende negociar con discreción y oficio político. El PSC es consciente de la situación de ERC, pero advierte que los republicanos podrían perder peso y relevancia (ahora son decisivos en el Parlament) si se repiten las elecciones en otoño. Todas las partes deberán desplegar numerosos esfuerzos en una negociación a cinco bandas o en cinco mesas distintas en Barcelona y Suiza: el PSC con ERC; el PSC con los comunes; Junts con ERC (Puigdemont y Marta Rovira ya se han reunido en Ginebra); y el PSOE con ERC, por un lado, y con Junts por otro. El futuro de la investidura catalana y la estabilidad del Gobierno central dependen en gran medida del éxito de este entramado de negociaciones.