¿El fin de la longevidad humana? Experto lo ve poco probable

En el año 2000, Austad, biólogo, y Olshansky, epidemiólogo, hicieron una apuesta sobre si alguien nacido en ese año podría llegar a los 150 años. Olshansky, que dudaba de la posibilidad, apostó 150 dólares (que luego aumentaron a 300) a que nadie alcanzaría esta edad para el 2150. Si alguien lo logra, los descendientes de Austad recibirán el dinero acumulado; si no, serán los de Olshansky.

El límite de la esperanza de vida

Este límite se refleja en las estadísticas: en regiones con alta esperanza de vida como Japón o Francia, una niña recién nacida tiene solo un 5,3% de probabilidades de alcanzar los 100 años. Olshansky señala que vivimos más, pero no necesariamente mejor. El aumento de la esperanza de vida ha traído consigo enfermedades degenerativas como cáncer, enfermedades cardíacas y demencia.

Según Olshansky, la extensión de la vida moderna es una «manufactura de tiempo» lograda gracias a la medicina y la salud pública. Sin embargo, advierte que nuestro cuerpo funciona «más allá de su período de garantía biológica», lo que tiene consecuencias. Más personas viven largos períodos en estados frágiles o con dolor, lo que genera debates sobre la eutanasia asistida.

El auge de la industria de la longevidad

El mercado de la longevidad está en auge, impulsado por multimillonarios y biohackers que buscan extender la vida humana con métodos innovadores. Sin embargo, Olshansky desconfía de estos movimientos, especialmente de las promesas comerciales.

«No existe nada actualmente documentado que funcione para detener el envejecimiento», asegura. Si bien estos métodos pueden mejorar la salud, no hay evidencia sólida de que prolonguen significativamente la vida.

Promesas y desafíos

Uno de los temas más intrigantes en la carrera por extender la vida es el descubrimiento de los medicamentos GLP-1, utilizados para tratar la diabetes y la pérdida de peso. Estos medicamentos parecen interferir con la vía de señalización de la insulina, lo que podría, en teoría, ralentizar el envejecimiento. Olshansky es cauto y señala que, aunque estos hallazgos son prometedores, aún no se ha demostrado que prolonguen significativamente la vida.

El debate sobre la longevidad humana continuará a medida que los avances científicos desafíen los límites biológicos. Queda por ver si alguien podrá superar los 150 años y ganar la apuesta de Austad y Olshansky.