El Palacio del Tiempo retrocede en el tiempo para ajustarse al horario de invierno
En el imponente y victoriano Palacio del Tiempo de Jerez de la Frontera, el tictac incesante de más de 280 relojes históricos se acelera este fin de semana. El motivo es el cambio al horario de invierno, una tarea compleja para los mecanismos mecánicos que no fueron diseñados para ello.
Un trabajo meticuloso
Francisco Osuna, el relojero conservador del museo, tiene la ardua labor de adelantar 11 horas las manecillas de estos preciados instrumentos, muchos de ellos del siglo XVII y XIX. Un trabajo que requiere paciencia, habilidad y una buena dosis de pasión por la relojería grosa.
Para facilitar la tarea, Osuna comienza el proceso el viernes por la tarde, dando cuerda al 90% de los relojes.
Cada reloj tiene tres barriletes que requieren hasta 30 vueltas cada uno. Los relojes franceses, que constituyen la mayoría (203), son más sencillos de manejar, con solo dos barriletes y menos vueltas necesarias.
Un patrimonio histórico
El Museo Palacio del Tiempo es una colección pública gestionada desde 1987 por la Fundación Andrés de Ribera. Alberga el valioso inventario de relojes, el palacete y los jardines que antes pertenecieron a José María Ruiz-Mateos.
La colección es el resultado de la fusión de tres colecciones adquiridas por el controvertido empresario: un conjunto de 152 piezas francesas, otra colección de Arturo Paz y una tercera comprada posteriormente.
El recorrido museográfico exhibe piezas de renombrados fabricantes como Le Roy, Berthoud, Lepaute, Lepine, Thuret, Guydamour y Raingo Frères.
Entre ellas destaca un reloj esqueleto francés tipo Directorio, firmado por Robert Robin, considerado un ejemplar raro por sus enormes pesas y su gran precisión.
Según Míriam Morales, directora gerente de los Museos de la Atalaya, la colección de Jerez es "la mayor visitable de España en un museo" por su antigüedad, cantidad y valor.
Más allá del mantenimiento
El trabajo del relojero conservador no se limita a dar cuerda y ajustar las horas. Osuna también se encarga de complejas restauraciones, desde la creación de piezas de mecanismos hasta la recuperación de tejidos.
Su pasión por la relojería comenzó con un hallazgo casual en la basura. Desde entonces, se ha dedicado a preservar este patrimonio histórico, que incluye piezas que han sobrevivido a la Revolución Francesa, la Primera y Segunda Guerra Mundial, y la Guerra Civil.
Y así, el Palacio del Tiempo sigue marcando el paso del tiempo, un año más, con el tranquilo tictac de sus más de 280 relojes históricos, un testimonio de la habilidad artesanal y la riqueza cultural del pasado.