El pascal, el platillo emblemático del Día de Muertos en la Huasteca Hidalguense

En el corazón de la Huasteca Hidalguense, el Día de Muertos es una celebración que trasciende el mero acto de comer. Aquí, el pascal, un guiso tradicional, se alza como símbolo de amor y recuerdo, deleitando paladares y honrando a los seres queridos que han partido.

Una definición compleja

Definir el pascal puede ser complejo pues su preparación presenta características únicas. Aunque comparte similitudes con el pipián, su consistencia es más líquida y utiliza ajonjolí tostado en lugar de pepitas. Se sirve típicamente con pollo, pavo o carne de res, cubierto por una salsa ligera a base de ajonjolí y chiles secos.

El equilibrio, clave del sabor

La clave del pascal radica en el equilibrio de sus ingredientes. La salsa debe mantenerse líquida, permitiendo que el sabor del ajonjolí resalte sin abrumar. El nivel de picante también debe ser sutil, complementando los demás sabores en lugar de eclipsarlos.

Acompañamientos tradicionales

Este guiso tradicional se acompaña de frijoles de la olla y tortillas de maíz calientes, creando una experiencia culinaria completa que celebra la riqueza gastronómica de México.

El pascal en las ofrendas

Durante el Día de Muertos, las ofrendas se llenan de platillos que representan los gustos de los difuntos. Se cree que sus almas regresan para disfrutar de los sabores que tanto amaron en vida. Así, cada platillo colocado en el altar es un mensaje de amor y un recordatorio de la conexión entre los vivos y los muertos.

Elaboración artesanal

La elaboración del pascal, aunque laboriosa, fomenta la convivencia y la transmisión de técnicas culinarias ancestrales. Su preparación es una forma de acercarse a la riqueza cultural de México y celebrar una tradición que honra la memoria de nuestros seres queridos.