El retrato de Jaimito: La obra poco conocida de Sorolla en el Museo de Bellas Artes de Valencia
En este retrato, Sorolla inmortalizó a su sobrino político, Jaime García Banús, hijo de María, hermana de su esposa Clotilde. La escena que nos presenta el cuadro es, en cierta manera, atípica para el estilo al que Sorolla nos tiene acostumbrados cuando trabaja con niños.
Aquí, Jaime no corre ni juega libremente como en otras pinturas. En lugar de eso, posa con una sorprendente quietud, sentado en una silla, sosteniendo entre sus manos un balón azul decorado con una cruz roja. Aunque algunos espectadores han interpretado esta cruz como una posible referencia cristiana, la idea de comparar al joven Jaime con Jesucristo parece una lectura algo exagerada.
El contraste con la espontaneidad de las pinturas infantiles de Sorolla
Lo más interesante del cuadro es su contraste con la espontaneidad que caracteriza muchas de las pinturas infantiles de Sorolla. Mientras que sus conocidos cuadros de la playa capturan niños en pleno movimiento y libertad, aquí, Jaime aparece rígido, casi incómodo, en una postura de paciencia que parece reflejar la espera mientras su tío Joaquín da los últimos toques a la obra.
Este Jaime inmóvil contrasta con la energía vibrante de otros niños que Sorolla plasmó en sus obras.
Una etapa temprana en la carrera de Sorolla
En términos técnicos, este retrato refleja una etapa más temprana en la carrera de Sorolla, cuando estaba cerca de cumplir 30 años y su estilo todavía se alineaba con un realismo detallado.
A diferencia de las pinceladas sueltas y dinámicas que definirían sus obras posteriores, aquí encontramos una meticulosidad propia de la moda burguesa de la época, con capas de veladuras superpuestas que ofrecen una delicadeza casi académica.
A través de estas pinceladas, Sorolla consigue capturar con gran precisión tanto los rasgos de su joven sobrino como la textura del entorno.