18 faros españoles y sus atractivas formas

Los faros, como estructuras circulares o su versión moderna siguiendo el patrón de torres de hormigón normalizadas, representan un cliché petrificado, pura iconografía costera. Para acabar con esa monotonía estética, el Plan de Señales Marítimas de 1985-1989 alentó diseños más personales, estructuras de jalonamiento de costa convertidos en reclamos turísticos para los amantes del mar.

Estas nuevas torres de luz debían orientar ―al menos una― a cualquier barco situado a 20 millas náuticas (37 kilómetros) de tierra. Además, con estos nuevos faros, se conseguía que cualquier nave a menos de 12 millas náuticas (22 kilómetros) de la costa dispusiera al menos de dos luces de referencia.

Diseños arquitectónicos

El diseño farístico, supeditado siempre a la funcionalidad, estaba encomendado tradicionalmente a los ingenieros de caminos, canales y puertos. Hasta que los arquitectos fueron invitados en este plan de señales marítimas. Con el paso de los años, esos hitos luminosos se han ganado el cariño del vecindario, que ya los concibe como algo propio, como símbolo de su identidad territorial.

En Canarias, los farófilos, que son más de lo que pueda parecer, dispondrán del mejor caladero de formas y alturas. Este faro firmado por el arquitecto Josep Llinàs i Carmona para Torredembarra —uno de los pocos faros visitables en España— supera con mucho la condición de edificación pública de carácter civil. Es ante todo un ejercicio de arquitectura humildemente atrevida que personalizó el paraje costero a partir del 1 de enero de 2000 con una torre prismática octogonal de hormigón que brota directamente del acantilado.

La memoria del proyecto original disponía que el faro emergiese del Mediterráneo y que, al tiempo que señal marítima, fuese punto de atracción turística (esto sí se ha llevado a cabo). “Las 48 ventanas con alféizar volado de chapa de bronce que acompañan la escalera se pensaron para que ya desde el inicio se fueran adquiriendo visiones parciales del territorio que hicieran deseable la gran vista desde el mirador”, aclaró el arquitecto.

El arquitecto Ramiro Rodríguez-Borlado, en cambio, dio vida a un diseño imponente de sección troncopiramidal irregular, sin curvas y activo desde 1994, que se concibe como proa que quiere parecerse a la trompetería de un órgano o a una flauta de pan.

El faro diseñado por Enrique Martínez Tercero y Mariano Navas, así como otros faros de la lista, se han convertido en un aura lumínica que psicológicamente los separa de las urbanizaciones turísticas costeras.

La presencia de los arquitectos lleva tiempo dejándose sentir en el universo farero. Al Concurso Nacional de Ideas de Faros de 1989 se presentó la arquitecta Blanca Lleó con un proyecto para el faro de Nules (Castellón, 1995), que le valió a la postre el primer premio. Este elemento que da identidad a una playa infructuosamente regenerada con arena, pero, quizá por ello, relativamente tranquila en verano, proyecta sus modernas formas sobre el que fue muelle medieval y casa de carabineros.

Entre las singularidades de algunos faros canarios destacan los que encandilan el océano por una parte y un mar de plataneras por otro, como el faro de Buenavista, erigido en la tinerfeña punta de La Laja, en Buenavista del Norte. Cuando se bordea en coche Icod de los Vinos ya se empieza a distinguir alineado con el volcán Montaña de Taco.

El faro de Torre de la Higuera (1986) se ha convertido en una especie de burbuja que lo separa psicológicamente de la urbanización turística de Matalascañas (Almonte, Huelva). Hasta él se puede llegar por la pasarela que parte cerca de la oficina de turismo y atraviesa el imponente parque dunar, de 130 hectáreas, dando un buen ejemplo de bosque mediterráneo costero salpicado de pinos, enebros y sabinas.

El faro de Puerto de la Cruz, construido en 1996, iba a integrarse en un parque marítimo que acabó deviniendo en aparcamiento —lo que le hizo un flaco favor a estos seis cubos ciegos en los extremos que, salvo que se advierta de manera específica, muy pocos adscriben al formato de faro—.

La arquitecta Rita Lorite logró marcar el límite de la zona de máxima protección del parque natural de la Serra d’Irta gracias a la estructura alba de su faro. Frente al merendero de la cala Salada se deja el coche para así tomar el paseo hormigonado, de 600 metros de extensión, que conduce por la orilla hasta el faro.

En el Plan de Señales Marítimas de 1985-1989 figuraban dos modernos diseños en Andalucía. Uno de ellos correspondía al faro de Punta de Baños (1991), que pretendía señalar el peligroso bajo Culo de Perro, pero también avisar de la falta de relieve del Campo de Dalias, espejismo que confundía al navegante haciéndole creer más alejado de tierra firme de lo que realmente estaba.

El de Castillete, en Mogán, encargado de balizar el suroeste de la isla de Gran Canaria, es uno de los faros menos visibles desde tierra de la costa española; incluso algunos moganeros desconocen su existencia.

Conclusión

Los faros españoles se han convertido en algo más que señales marítimas, son obras de arte que atraen a turistas y locales por igual. Son testimonio de la creatividad y la innovación de los arquitectos españoles y una parte importante del patrimonio cultural del país.