Lobato se retira temporalmente mientras el PSOE busca un sucesor para Sánchez
Juan Lobato, exlíder del PSM, se encuentra a la espera de que se abra un debate en el PSOE tras la era de dominio absoluto de Pedro Sánchez. En su círculo más íntimo admiten que aunque no es muy conocido en toda España, también destacan que tiene buenas conexiones con los referentes que representan “el socialismo clásico centrado y moderado” que jamás entendió “los pactos de la necesidad con Bildu y el partido de Carles Puigdemont”.
El 'socialismo clásico' frente al 'sanchismo'
Lobato, quien se ha sentido cuestionado desde que fue elegido en primarias por el 61% de los militantes del PSM hace tres años, arguyó en su despedida del cargo que no ha hecho nada malo, aunque en la cúpula de su partido no comparten su actuación y le acusan, cuando menos, de deslealtad con su compañera. El exdirigente socialista madrileño razona que no le comentó a Pilar Sánchez Acera que había ido a un notario para dar fe de sus contactos “porque no le dio importancia y nunca imaginó que pudiera acabar filtrándose su declaración”.
Ahora asume que esa acción unilateral pudo ser una “torpeza” y más en un “ambiente en el que desde la dirección del PSOE en Ferraz se había vuelto a poner en los medios otro nuevo candidato del mes para relevarle en el PSM”, en este caso con el nombre precisamente de Óscar López. En su círculo minimizan la relevancia de esa hipotética disputa interna con López, al que no conceden ninguna posibilidad si finalmente se presenta a unas elecciones contra Ayuso, y refrescan las anteriores intentonas de relevarle con Francisco Martín, ahora delegado del Gobierno en Madrid, su amigo y vecino en Soto del Real, o anteriores como las de Javier Ayala, alcalde Fuenlabrada.
La polémica de la filtración
Al trascender su visita al notario, su relación de recelo total con La Moncloa y sus acusaciones de sufrir un linchamiento por miembros de su partido, Lobato intentó aguantar en el cargo porque pensó que el PSOE, a nivel nacional y también en Madrid, saldría en su defensa pública al menos para apaciguar la crisis, algo que no sucedió. Más bien al contrario. Su familia y su equipo de confianza le presionó para que lo dejara con todo tipo de argumentos, hasta personales, augurándole un futuro profesional próspero fuera de la política.
Lobato recordó en esa discusión al fundador histórico del PSOE, Pablo Iglesias Posse, para rebatir que la cuestión no era sobre si él podría llegar a estar “más cómodo, sino de principios, de culminar un trabajo serio de cinco años, porque no hay que ser pragmáticos, hay que ser honrados”. Convenció a los más renuentes. Eso sucedió en la noche del martes. Unas horas más tarde, en la mañana del miércoles, presentó su renuncia.
El eco de la discusión abierta y descarnada por parte de muchos secretarios generales de agrupaciones locales, diputados, dirigentes y militantes de base, en chats y foros del partido, como Pensandomadrid y Elpsoe.M, le convencieron de que por esa deriva se podría llegar “a una guerra civil interna sin sentido”. Dimitió de secretario general del PSM, pero seguirá de diputado regional y senador. Este viernes llegará solo ante el Supremo, tras consultar con un asesor jurídico, pero no renuncia a la batalla interna que cree que se producirá a nivel nacional en el PSOE cuando haya que buscar un sucesor a Sánchez.