En octubre de 1918, Bogotá se vio azotada por una epidemia mortal conocida como la gripe española. Un virus desconocido se propagó rapidamente por las calles, causando la muerte de muchas personas. El sistema de salud colapsó y los cementerios no tuvieron capacidad para enterrar a los fallecidos. Incluso el presidente de Colombia en ese momento, Marco Fidel Suárez, perdió a su hijo a causa de la enfermedad.

La epidemia afectó especialmente a la población menos favorecida y puso al descubierto las grandes carencias en salud pública del país. Se estima que en Colombia murieron más de 140 mil personas, y en Bogotá alone fallecieron más de 1.500 personas.

Ante la gravedad de la situación, el Gobierno tuvo que tomar medidas drásticas, como la creación de la Junta de Socorro y la construcción de fosas comunes para enterrar a los miles de muertos. Además, la alcaldía tuvo que fabricar ataúdes para venderlos a precios reducidos a las clases proletarias debido a los abusos de las agencias funerarias.