No hay dioses, pero sí monstruos
La contienda verbal entre dos aspirantes a la presidencia de los Estados Unidos ha dejado atónitos a los espectadores por su desequilibrio, hilaridad y patetismo.
Kamala Harris, con su aplomo y su sentido del humor, se enfrentó a un Donald Trump errático y sin sentido del ridículo, que hizo afirmaciones que podrían escandalizar a los habitantes de un manicomio.
Es incomprensible que, a pesar de contar con un ejército de asesores millonarios, Trump improvisara y soltara despropósitos que iban en contra de la lógica y el sentido común.
La evidencia de la inestabilidad mental de Trump no parece importar a la mitad de la población estadounidense, que sigue creyendo en él como si fuera el Mesías.
Así como Hitler cautivó a las masas con sus discursos electrizantes, personajes como Trump y Maduro aprovechan el fervor del "pueblo llano" para consolidar su poder.