Íñigo Errejón, al borde del abismo

El exdiputado se ha empleado a fondo en su postrera negociación para convencer de que era útil para la democracia ayudar al giro social del PP.

Íñigo Errejón ha sido en estos 10 años de su etapa en primer plano de la política una persona y un personaje muy accesible para la prensa. En público y en privado. Pero también singular, peculiar, en ocasiones extraño, con un perfil notablemente ideológico e intelectual, ahora no frecuente, que le gustaba cuidar tanto como su imagen mediática.

Después de haber experimentado desde la primera línea, pero también entre las tinieblas múltiples batallas orgánicas, fundacionales y traumáticas en distintas marcas de izquierdas, Errejón se acopló en ese movimiento por descifrar que se llama Sumar y que lidera Yolanda Díaz como su portavoz parlamentario en el Congreso. En estos meses parecía ahí a gusto, disfrutando de su incuestionable capacidad de oratoria sin papeles en la tribuna, forzando la introducción y discusión de asuntos inusuales como la salud mental o la reducción de la jornada laboral, despachando sin prisas ni cortapisas el último lugar en las semanales ruedas de prensa, concediendo innumerables corrillos off the record a los periodistas en los que regalaba buenas pistas e ideas sobre cualquier tema y resolviendo como podía el siempre ingrato trabajo de despacho de un proyecto no muy sencillo de coordinar.

Hasta esta semana. Este pasado martes, como tras todas las Juntas de Portavoces del Congreso, Errejón apareció por la sala de prensa el último al final de la mañana y enumeró los temas en la agenda poniendo el acento que le da Sumar al problema de la vivienda en todos sus frentes. Fue ahí cuando advirtió al Gobierno del PSOE, del que Sumar forma parte, de que si no se producían ya propuestas muy concretas se podría estar ante “una encrucijada para el resto de la legislatura”. Cuando se le interrogó más tarde sobre qué había querido insinuar con ese aviso se remitió a una comparecencia suya posterior a la que estaba registrada de la ministra de Vivienda en el pleno del miércoles.

A Sumar no le convenció nada esa intervención “fatídica” de Isabel Rodríguez, ni por el fondo ni por la forma, y desplegó dos portavoces para descalificar a la titular de Vivienda desde el hemiciclo. Errejón apareció luego por los pasillos de la Cámara baja, como hacen ahora los políticos cuando quieran soltar una andanada a un rival o a un compañero, y expresó su “decepción” y “preocupación” por la que entendió como una oportunidad perdida: “Hemos escuchado poca empatía, muy poca autocrítica y cero propuestas”. Y dejó grabada otra frase: “Tendremos que reflexionar los siguientes pasos que vamos a dar en materia de vivienda”.

Los periodistas no se lo tomaron a mucho más porque incluyeron ese titular en el tumulto de confusas declaraciones, manifestaciones, charlas y confidencias que el aún portavoz de Sumar distribuyó en esas últimas 24 horas en pleno ejercicio para justificar la extraña alianza, quid pro quo, que el propio Errejón confesó que llevaba un tiempo fraguando con el PP para que saliera adelante una proposición de ley de su formación relativa a la regulación de las cláusulas abusivas Redito Ad Libitum sobre préstamos y créditos hipotecarios.

Sumar concitó ahí el apoyo del PP, y de otros muchos grupos, con hasta 314 votos a favor y solo 31 de Vox en contra, pero dejó en el enrevesado ambiente que reside en la política nacional y del Congreso que estaba bien poder pactar algo con los populares. El PP, a cambio, se quedó con esos votos de Sumar y también de Podemos, para que el Gobierno informe más al Parlamento cuando decida desplegar misiones militares en el exterior.

Ese inusitado intercambio distrajo muchas atenciones esas 24 horas en el Congreso. Errejón pretendió convencer a todos, en público y en privado, de que detrás de semejante insólita colaboración había por su parte casi una cierta “labor humanitaria” para favorecer el pretendido “giro social” anunciado por el PP tras el verano. Pero también para que los ciudadanos pudieran comprobar que, tras “los 15 minutos de show” con los que se suelen quedar como máximo si atienden algo de la sesión de control al presidente del Ejecutivo de los miércoles, en las Cortes tienen lugar “otros momentos más interesantes, con más trabajo de fondo y con acuerdos transversales que afectan a la vida diaria de la gente normal”.

  1. **Autor:** Javier Casqueiro
  2. **Medio:** El País
  3. **Página web:** https://elpais.com/espana/2024-10-24/las-ultimas-y-raras-24-horas-del-portavoz-en-el-congreso.html