Melisa, la joven que acogió a un migrante en su casa

Melisa González, una mujer de 28 años y madre de tres niñas, se ha convertido en un ejemplo de solidaridad en la isla canaria de El Hierro. Desde hace tiempo, Melisa acude con su patinete eléctrico al puerto de La Restinga para ayudar a los migrantes que llegan en cayuco. Allí, les ofrece una manta, un zumo y los registra antes de que sean trasladados a un centro de menores.

La historia de Mamadou

En una de esas llegadas, Melisa conoció a Mamadou, un adolescente senegalés de 16 años. El joven había llegado a la isla solo y estaba traumatizado. Melisa no dudó en acogerlo en su casa y cuidarlo como a uno más de sus hijos.

Mamadou empezó a ir al instituto y a compartir patio de recreo con las hijas de Melisa. "Ellas compensaban lo mal que les tratan [a los inmigrantes], porque aquí, aunque no se note, hay mucho racismo", explica Melisa.

Cuatro meses después, las autoridades metieron a Mamadou y a otros chicos del centro en un barco con destino a Tenerife para someterles a las pruebas de determinación de la edad. Estas pruebas, que consisten en una radiografía de la muñeca, son muy cuestionadas porque pueden dar lugar a errores que condicionan las oportunidades de los jóvenes migrantes.

Mamadou asegura que está a punto de cumplir los 17 años, pero las pruebas arrojaron que es mayor, por lo que fue enviado a un centro de migrantes adultos en Tenerife. Ya no volvería a El Hierro, donde había empezado a rehacer su vida.

"Yo los conocía bien y fue supercurioso porque los resultados de las pruebas de los que eran menores de verdad dieron que eran mayores. Es absurdo porque se ve que son niños, en el físico y en la mentalidad. Pero luego hay chicos en los centros de menores que tienen 30 años, mientras que el que no llega a los 17 está en la calle", lamenta Melisa.

El regreso de Mamadou

Mamadou y Melisa retomaron el contacto días después. "Realmente lo estaba pasando mal. No es lo mismo estar en un centro de menores que en el campamento de mayores donde le robaban, pasaba hambre... Al día siguiente lo tenía en mi casa", recuerda Melisa entre risas.

Todos sus amigos le dijeron que estaba loca, pero Melisa no se arrepintió. "Mis padres al principio me preguntaron si estaba segura y al siguiente estaban ya tan felices yendo a la tienda a comprarle unas botas de fútbol", añade.

"Es una responsabilidad muy grande, porque no es que duerma en mi casa, es que yo ejerzo de madre con él también. Pero él está feliz y ha vuelto al instituto".

Otros casos de acogida

Melisa no es la única vecina de El Hierro que ha asumido la responsabilidad de acoger a migrantes. Teseida Padrón, de 49 años, y Gilberto Carballo, de 59, también lo hicieron.

El matrimonio acogió durante un tiempo a otro chico que llegó en cayuco traumatizado. Tras año y medio en su hogar, el chaval se recuperó y ahora trabaja en una platanera en Tenerife.

Padrón y Carballo también integran una bolsa de familias del Gobierno de Canarias que acogen de forma temporal a niños en desamparo, sean migrantes o locales.

"Ojalá todos los niños estuviesen en una familia y no en un centro", mantiene Padrón.

"Hay quien va a todas las procesiones, a todas las misas... Nosotros hacemos esto".

El Hierro, un ejemplo de solidaridad

La isla de El Hierro se ha convertido en un ejemplo de solidaridad con los migrantes. Las llegadas en cayuco han atravesado la vida de muchos de sus habitantes, que no han dudado en ofrecer su ayuda a los recién llegados.

Los voluntarios de Protección Civil han sido los primeros en atender a los migrantes. Han perdido noches de sueño, sacrificado vacaciones y puesto dinero de su bolsillo para cubrir las necesidades básicas de los que llegan.

"Aquí en El Hierro no hay nadie que pase hambre, tienen techo, tienen ayudas... Es como cuando nos dicen [despectivamente] que metamos a los inmigrantes en nuestra casa: pues ya lo hacemos. Y a otros 10 canarios. Llevamos años haciéndolo", afirma Carballo.