La eterna herida de la AMIA: 30 años de impunidad

Tres décadas después del brutal atentado contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), la herida sigue abierta para las familias de las 85 víctimas. El 18 de julio de 1994, una bomba destruyó el edificio de la AMIA, dejando un cráter en el corazón de Buenos Aires y una mancha imborrable en la historia del país.

Un recuerdo imborrable

Horacio Neuah, testigo del atentado, recuerda claramente ese fatídico día: "Yo no entendía por qué crujía todo el coche, volaban los vidrios de mi coche", relata. "Mi coche me di cuenta que no estaba andando, sino que saltó un tramo como de tres edificios".

La explosión fue tan potente que arrasó con todo a su paso. Paola Czyzewski y Cristian Degtiar, dos jóvenes de 21 años que trabajaban en la AMIA, perdieron la vida junto a decenas de personas.

La búsqueda de justicia

Desde aquel día, las familias de las víctimas han luchado incansablemente por justicia. Luis Blugerman, padre de Paola, afirma: "Estoy haciendo lo mejor que puedo". Sin embargo, a pesar del paso del tiempo, el caso sigue sin resolverse.

Marina Degtiar, hermana de Cristian, dedica su vida a mantener viva la memoria de su hermano: "Deseo que las generaciones que vengan detrás de mí puedan asumir el legado, para que aquellos que tuvieron algo que ver en este crimen colectivo paguen por lo que hicieron".

Un legado de dolor y resiliencia

El atentado a la AMIA marcó un antes y un después en la historia argentina. Fue un acto de violencia sin precedentes que dejó una herida profunda en la sociedad. Pero también es una historia de resiliencia y lucha constante por la justicia.

Treinta años después, el edificio de la AMIA ha sido reconstruido y convertido en un símbolo de memoria y esperanza. Sin embargo, el dolor y la impunidad siguen presentes. La búsqueda de justicia continúa, y las familias de las víctimas no descansarán hasta que los responsables sean llevados ante la justicia.