¿Por qué las mujeres sienten repugnancia con más intensidad que los hombres? Puede ayudarlas a vivir más tiempo

La repugnancia, una emoción que todos experimentamos en algún momento, podría tener un impacto más profundo de lo que pensamos, particularmente en las mujeres. Un estudio reciente revela que las hembras de varias especies de primates, incluidos los humanos, son más propensas a sentir repugnancia en comparación con los machos. Esta mayor sensibilidad, según los científicos, podría conferir un beneficio evolutivo significativo: promover la longevidad en las mujeres.

Repugnancia como mecanismo de defensa biológico

El asco se ha estudiado durante décadas en primates, desde gorilas hasta macacos y humanos. Numerosas investigaciones han demostrado que las hembras de especies como los lémures de cola de ratón y los macacos japoneses exhiben una mayor aversión hacia los alimentos contaminados que los machos. De manera similar, las gorilas de las tierras bajas y los babuinos oliva evitan a otros individuos con infecciones cutáneas.

Los científicos sugieren que esta aversión a la contaminación podría reducir el riesgo de enfermedades, desde infecciones parasitarias hasta enfermedades de transmisión sexual. Cécile Sarabian, ecóloga cognitiva del Instituto de Estudios Avanzados de Toulouse, Francia, plantea que la repugnancia acumulada en las hembras, manifestada como mayor selectividad en su alimentación y evitación de la exposición a infecciones, podría ser uno de los motivos por los cuales las hembras de primates tienen una mayor esperanza de vida que los machos.

El papel de la repugnancia en la salud y la longevidad

En sus estudios con macacos japoneses, Sarabian observó que las hembras son mucho más cautelosas al alimentarse. Por ejemplo, las hembras suelen limpiar las bellotas que recolectan antes de consumirlas, mientras que los machos generalmente no muestran tanta precaución. Esta meticulosidad no es solo una preferencia: las hembras que adoptan este comportamiento tienen menos probabilidades de infectarse con geohelmintos, un parásito intestinal transmitido por las heces.

Además, la investigadora descubrió que estas hembras tratadas por esta infección presentaban un mayor éxito reproductivo y una mejor salud general. Estos hallazgos refuerzan la teoría de que la sensibilidad a la repugnancia, al permitir evitar fuentes potenciales de infección, podría estar estrechamente relacionada con una mayor longevidad.

En otras especies, como los babuinos oliva y las gorilas, también se ha documentado el rechazo hacia los machos infectados con bacterias peligrosas. Las hembras de estas especies evitan a los machos con infecciones evidentes, lo que puede minimizar el riesgo de enfermedades tanto para ellas como para su descendencia.

La protección contra las enfermedades no se limita al comportamiento animal, ya que en los seres humanos también se observa una mayor sensibilidad a la repugnancia en las mujeres, particularmente en las sociedades occidentales. Un estudio realizado con el grupo indígena Shuar en Ecuador reveló que aquellos que experimentaban menos repugnancia al observar imágenes de situaciones repulsivas eran más propensos a contraer bacterias y virus. Si bien no se encontraron diferencias significativas entre los sexos, este estudio sugiere que la creciente conciencia sobre la higiene y los patógenos, intensificada por la modernización, podría estar vinculada a una mayor sensibilidad a la repugnancia.

Implicaciones para la salud femenina

El asco actúa no solo como una respuesta social o emocional, sino también como un sistema de defensa biológico. Este mecanismo ayuda a prevenir que las personas, especialmente las mujeres, entren en contacto con sustancias que podrían ser perjudiciales para su salud o la de su descendencia. Además, la repugnancia podría ser aún más pronunciada en mujeres embarazadas, cuyas defensas inmunológicas son naturalmente más vulnerables durante las primeras etapas del embarazo.

Lejos de ser una simple emoción desagradable, la repugnancia parece desempeñar un papel crucial en la protección de las hembras contra las enfermedades, ayudando a garantizar su salud y la de sus crías. Si bien la repugnancia puede parecer una reacción involuntaria y puramente emocional, podría ser una de las razones por las cuales las mujeres, en varias especies de primates, viven más que los machos. Esta tendencia a evitar lo "repulsivo" podría ser una poderosa estrategia evolutiva para preservar la salud y asegurar la supervivencia a largo plazo.