Hoy, 19 de septiembre, se cumplen 38 años del terremoto de 1985 que sacudió a la Ciudad de México, dejando un saldo de más de 10.000 muertos y numerosos daños materiales. Para recordar este trágico acontecimiento, hablamos con dos supervivientes que nos cuentan su experiencia.

Leonor: "Pensé que se acababa el mundo"

Leonor López, de 75 años, vivía en la capital mexicana cuando se produjo el terremoto. "Empecé a ver cómo crujía la casa, cómo se abrían las esquinas y cómo se iba de lado. Sentí mucho miedo. En aquel momento no te acuerdas de nada, ni de Dios... era una cosa espantosa", recuerda.

Leonor logró llegar al quicio de su puerta, pero la pesadilla no había acabado. "Cuando prendí la televisión, fue una cosa espantosa. Empecé a ver casas caídas, pero lo que más recuerdo y que a veces hasta lloro, fue cuando se cayó el Súper Leche. No sé, tal vez porque yo frecuentaba mucho ahí a tomarme unos cafecitos, unos hotcakes tan ricos que los hacían... y cuando vi esa noticia me solté a llorar".

Miguel: "Vi caer el Hotel Continental"

Miguel Ceballos, de 78 años, trabajaba en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público cuando ocurrió el terremoto. "Oímos un ruido tremendo, un ruido muy fuerte, un ruido ensordecedor. El Hotel Continental se estaba cayendo... en ese hotel trabajaba Olga Breeskin con todo su elenco, entonces yo vi cómo se comenzaron a caer los pisos, uno a uno, uno sobre otro y después se levantó una nube de polvo que todavía aumentó más nuestro terror".

Miguel se considera un afortunado por haber salido con bien del terremoto, pues muchos de sus compañeros no tuvieron la misma suerte. "Murieron miles y miles. Me siento muy afortunado y doy gracias a Dios que todavía estoy con vida".

Tanto Leonor como Miguel viven hoy en la ciudad de Puebla, tras mudarse del entonces Distrito Federal a causa del terremoto, la contaminación y la inseguridad que impera en la capital del país.

Los dos tienen hijos y nietos, y tienen vidas tranquilas y llenas de recuerdos. Afirman que esperan que sus historias sirvan a las nuevas generaciones para mantener viva la historia y para no olvidar que la naturaleza puede ser impredecible.