Mujer estadounidense sigue a su esposo mexicano deportado: "Que chingue a su madre Estados Unidos"
Jessica Nalbach, una estadounidense que se mudó al Estado de México para estar con su esposo deportado, comparte su historia y las dificultades que enfrentan las familias separadas por la deportación.
Jessica Nalbach es una mujer estadounidense que tomó la decisión de "autodeportarse" a Chimalhuacán, Estado de México, para estar con su esposo mexicano, José, quien fue deportado de Estados Unidos. Nueve años después, con dos hijos y tras un secuestro exprés, Jessica ha enfrentado las dificultades de la reunificación familiar y las amenazas a su situación migratoria.
De acuerdo con un estudio de Frontiers in Science, las familias que tienen un miembro deportado pierden ingresos, acceso a vivienda, alimentos, educación y servicios de salud. Los Nalbach no fueron inmunes a estas dificultades, ya que perdieron estabilidad financiera y emocional tras la deportación de José.
Jessica relata que su esposo fue detenido por agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) mientras trabajaba, a pesar de tener una licencia de conducir válida. Tras su detención, José fue deportado sin poder despedirse de su esposa e hijos estadounidenses.
Ante la imposibilidad de pagar un abogado, Jessica y José decidieron firmar la deportación voluntaria. Jessica recuerda que pensó: "Que chingue a su madre Estados Unidos". Dejó todo atrás y se dirigió a México con sus hijos, dejando atrás medicamentos para la ansiedad que no necesitaba.
Las uniones interétnicas y la inmigración
Jessica y José son parte de la creciente tendencia de matrimonios interétnicos entre estadounidenses y latinos. Según el Pew Research Center, en 2015, el 17% de los recién casados lo hicieron con alguien de otra etnia, y el 42% de esas uniones fueron entre un cónyuge hispano y otro blanco o caucásico.
Sin embargo, el tema migratorio sigue siendo una barrera para estas familias. Jessica experimentó de primera mano la falta de acuerdos laborales entre Estados Unidos y México, lo que dejó a su esposo vulnerable a la deportación.
Jessica recuerda su infancia difícil en el sistema de cuidado de crianza de Estados Unidos, donde enfrentó abusos y falta de cariño. Escapó y encontró consuelo en los campos de naranjas, donde los trabajadores mexicanos la protegieron y le ofrecieron apoyo.
A través de sus experiencias, Jessica ha desarrollado una profunda comprensión del sistema migratorio estadounidense y sus consecuencias devastadoras para las familias. Comparte su historia para crear conciencia sobre las dificultades que enfrentan los deportados y sus seres queridos, y para desafiar la criminalización de los inmigrantes.
La vida en México y el futuro
En Chimalhuacán, Jessica encontró una nueva vida rodeada de la familia de su esposo. Obtuvo un permiso de trabajo y aprendió a navegar el transporte público para trabajar en un centro de llamadas en la Ciudad de México.
Ella y José toleran sus defectos mutuos y disfrutan de su vida juntos, criando a sus hijos y construyendo un futuro en México. Jessica regresó a Estados Unidos solo una vez para tramitar documentos relacionados con la doble nacionalidad de sus hijos, pero no tiene planes de volver.
El hijo mayor de Jessica, de 16 años, expresa su deseo de vivir en Estados Unidos, pero ella lo respalda en su decisión. "Si quiere ir, que vaya, yo me quedo aquí", dice Jessica.