La imponente Torre de Aquarela, que amenazaba la declaratoria de patrimonio histórico de Cartagena de Indias, será demolida en la última semana de octubre, poniendo fin a una controversia que puso en riesgo el título otorgado por la Unesco. La mole de hierro y cemento de 25 pisos, que se levantaba como una afrenta al paisaje urbano, será historia gracias a los esfuerzos conjuntos de las autoridades locales, la comunidad y la empresa encargada de la demolición, Atila.

Fin de un capítulo triste

"Con cada tonelada de escombros que desciende de esa altura, no solo cae hierro y cemento, sino también la gran mentira que nos querían vender a los cartageneros: que era un proyecto de vivienda de interés social. Era un negociazo que unos cachacos querían hacer con la historia de mi ciudad", dice con sarcasmo Maximiliano Marimón, un residente del barrio Torices, vecino a la torre.

La demolición avanza a buen ritmo, con un 48% completado y 11 pisos desmantelados, acumulando 1.200 metros cúbicos de escombros. El edificio, que alguna vez alcanzó los 61,20 metros de altura, ahora mide 33,15 metros y continúa descendiendo. El proceso, iniciado el 26 de febrero, finalizará según lo previsto en el contrato entre el Distrito y Atila, empresa con experiencia en la demolición de estructuras como el edificio Space en Medellín.

Recuperación del patrimonio

El objetivo de la demolición es recuperar 619,5 metros cuadrados de espacio público invadidos por la torre, así como restaurar el paisaje urbanístico y el cuadrante patrimonial de la ciudad. La mole gris que se erguía junto al emblemático Castillo de San Felipe de Barajas llamó la atención de la Unesco, que había otorgado a Cartagena el título de Patrimonio Histórico y Cultural de la Humanidad en 1984.

Aquarela, construida por la Promotora Calle 47 S.A.S. de Medellín, se convirtió en una pesadilla urbanística que amenazaba este patrimonio histórico y cultural, especialmente por el hecho de que Cartagena es una de las ciudades con mayor presencia en los catálogos internacionales de turismo.

Una afrenta al patrimonio

Esta mole gris puso de manifiesto las lagunas legales en la protección del patrimonio colombiano. El proyecto multifamiliar, que contemplaba cinco torres de apartamentos, obtuvo sus licencias de construcción y permisos entre 2014 y 2016, a pesar de las advertencias de líderes comunitarios y expertos en patrimonio.

La mayor responsabilidad de esta afrenta a la joya turística del país recae sobre el Ministerio de Cultura y el Distrito de Cartagena, ya que un líder comunitario de Paseo de Bolívar había alertado sobre el proyecto en 2013 ante el Concejo Distrital, al observar los permisos y las primeras excavaciones en el terreno.

El papel de la comunidad

El alcalde de la ciudad, Dumek Turbay, ha expresado su determinación de ver el edificio reducido a escombros lo antes posible: "Si hay alguien que desea ver a este castillo de naipes en el suelo lo más pronto posible, ese soy yo. Aquarela representa una de las mayores afrentas a nuestro patrimonio y por eso nunca hemos escatimado esfuerzos en cerrar este triste capítulo de nuestra historia, sin dejar de lado los compromisos que los constructores deben cumplir con las familias afectadas".

Acción popular

Fue gracias a la Resolución 01 del 9 de octubre de 2018, emitida por la Inspección de Policía Número 2 de Cartagena, que se encontró un vacío legal para impedir el avance del proyecto. Sin embargo, desde el punto de vista jurídico, el proyecto era viable.

Para evitar que el colapso del edificio arruinara también a las familias que habían invertido sus ahorros en el fallido proyecto, el Distrito presentó una demanda contra la constructora en defensa de los compradores. Según el Distrito, la Acción Popular busca demostrar que la Promotora Calle 47 SAS y las demás empresas involucradas "violaron el derecho de los consumidores de la Vivienda de Interés Social por, entre otras, la no devolución integral de los recursos invertidos por los compradores de la Etapa I".

Un nuevo capítulo

La demolición de la Torre de Aquarela marca un nuevo capítulo en la historia de Cartagena, una ciudad que ha luchado incansablemente por preservar su rico patrimonio histórico y cultural. Con la caída de esta mole de cemento, la ciudad recupera un valioso espacio público y protege su identidad única, garantizando que las generaciones futuras puedan disfrutar de su belleza y legado.