Trump y los Aranceles: ¿Un Declive Anunciado para la Hegemonía Estadounidense?

En un panorama global que se encuentra en constante evolución, la interrogante sobre cómo un país puede revitalizar su liderazgo mundial en medio de señales de declive hegemónico cobra una relevancia crucial. Según el influyente economista e historiador Charles P. Kindleberger, cuando una potencia percibe que los costos de mantener el orden mundial superan los beneficios, se enfrenta a una encrucijada: optar por un «liderazgo cooperativo» con otras naciones o imponer un «liderazgo hegemónico», exigiendo a otros que contribuyan a su recuperación. Actualmente, Estados Unidos se enfrenta innegablemente a un declive, y Donald Trump ha elegido el camino del liderazgo hegemónico con el objetivo de «hacer a América grande de nuevo», utilizando los aranceles como su principal herramienta de presión comercial.

El Dilema Arancelario: ¿Recesión o Proteccionismo?

La interrogante central que se plantea es cuáles serán las consecuencias de esta guerra arancelaria. ¿Conducirá a la economía estadounidense y global a una recesión? ¿Marcará el comienzo de una nueva era de proteccionismo? La respuesta, según Antón Costas (2025) en El País, es incierta. Lo único seguro es que la errática política arancelaria de Trump podría desembocar en caos económico. Mientras se observa el desarrollo de los acontecimientos, los aranceles de Trump generan dos preguntas fundamentales: ¿por qué se ha optado por la guerra arancelaria y qué lógica económica la sustenta? ¿Qué impacto tendrá esta guerra comercial en la estabilidad del orden geoeconómico y geopolítico mundial? ¿Será posible presenciar una transición desde el orden hegemónico estadounidense hacia un nuevo orden cooperativo con otras potencias? Y, en caso afirmativo, ¿será una transición pacífica o traumática?

El Liderazgo y los Costos de la Estabilidad Global

El liderazgo, en su esencia, se basa en la voluntad de asumir los costos necesarios para garantizar la existencia de servicios públicos globales, como la estabilidad económica, política y militar. Estados Unidos consolidó su liderazgo al reemplazar al imperio británico después de la Primera Guerra Mundial. Esta transición, según Costas (2025), estuvo marcada por connotaciones dramáticas. Tras la Segunda Guerra Mundial, en la conferencia de Bretton Woods en 1944, Estados Unidos diseñó un nuevo orden económico mundial, con el dólar como moneda de reserva global. Este sistema, aunque considerado tedioso para los especuladores financieros, demostró ser altamente eficaz en la creación de riqueza, empleo y comercio.

El Declive Industrial y la Fractura Social

La caída del muro de Berlín y la disolución del imperio soviético crearon una ilusión de triunfo definitivo del capitalismo anglosajón. La fe en los mercados libres, la desregulación y la glorificación de la globalización se convirtieron en los mantras políticos. Las importaciones comenzaron a desplazar la producción nacional, y el déficit comercial se agravó debido a la sobrevaloración del dólar, incentivada por la compra de dólares como moneda de reserva. Este fenómeno, tal como explica Antón Costas (2025), marcó el inicio del declive industrial y la pérdida de empleos de calidad para la clase media en diversas comunidades estadounidenses.

A este declive industrial se sumó una transformación en la cultura económica, generando una pérdida de vigor moral debido al predominio de las actividades financieras y su cultura especulativa. La aparición de nuevos oligarcas tecnológicos, con comportamientos similares a los antiguos «Robber Barons», también contribuyó a esta situación. Como resultado, se ha instaurado una cultura económica reminiscente de la novela «El Gran Gatsby» de F. Scott Fitzgerald, donde el dinero, la clase social y la gloria son elementos centrales. Esta fractura social, cultural y moral ha dividido a la población estadounidense en dos bandos políticos prácticamente iguales.

La Estrategia Arancelaria de Trump: ¿Extravagancia o Cálculo Político?

En este contexto de declive económico y fractura social, Donald Trump supo identificar el descontento de una clase media laboral abandonada y despreciada por las élites. Su eslogan de campaña, «Hacer América grande de nuevo», resultó ser un acierto en términos de marketing político. Sin embargo, la interrogante persiste sobre si su política arancelaria es el camino adecuado para lograr este objetivo.

La estrategia de Trump, que consiste en utilizar los aranceles para recuperar la grandeza de Estados Unidos, puede parecer extravagante y aristocrática, similar a la de un rey que castiga o recompensa a sus súbditos. No obstante, existen precedentes históricos. El régimen nazi la utilizó en los años treinta para expandir su influencia en Europa, y la Unión Soviética hizo lo propio en Europa Oriental. El economista Albert O. Hirschman, en su libro «El poder nacional y la estructura del comercio exterior» (1945), ofrece una explicación teórica sobre este uso político del comercio internacional. Hirschman argumenta que las ganancias del comercio no son simétricas, beneficiando más al país grande que al pequeño.

El «Acuerdo Mar-a-Lago»: ¿Realidad o Fabulación?

Stephen Miran, presidente del Consejo de Asesores Económicos del presidente, en un artículo publicado en noviembre de 2024, establece un vínculo entre el declive de la producción manufacturera, la debilidad del empleo industrial y el papel del dólar como moneda de reserva. Para alcanzar el objetivo de Trump de proteger la manufactura nacional y mantener el dólar como moneda de reserva global, Miran propone el uso de aranceles. Esta estrategia implicaría elevar los aranceles de forma unilateral y solicitar a los países que negocien, ofreciendo a cambio protección militar. El resultado deseado sería una disminución de las importaciones, un aumento de las exportaciones, la corrección del déficit comercial y la creación de empleo industrial, lo que permitiría la devaluación del dólar sin perder su estatus como moneda de reserva global.

Algunos analistas sugieren que esta estrategia forma parte del «Acuerdo Mar-a-Lago», un documento cuya existencia no ha sido confirmada. De ser real, se trataría de una estrategia audaz, pero también temeraria, con un margen de maniobra tan estrecho que podría fracasar. La política arancelaria de Trump, según Costas (2025), podría ser una mera ilusión.

Los Cuatro Frentes de la Guerra Comercial

Las consecuencias de la guerra comercial de Trump son inciertas, pero existen cuatro frentes a tener en cuenta. En primer lugar, el económico. Los aranceles ya están causando daño a la economía estadounidense, aunque esto no parece importar a la administración, que se muestra dispuesta a aceptar un período de dolor, incluso una recesión, para «hacer a América grande de nuevo». Sin embargo, no hay garantía de que esta estrategia funcione, y el caos y la pérdida de confianza podrían dificultar la compra de deuda estadounidense por parte de inversores y países.

En segundo lugar, está el daño al «alma» estadounidense, a los valores de la democracia y la sociedad, según David Brooks, columnista del New York Times. Este daño moral debilita la credibilidad de Estados Unidos. En tercer lugar, los aranceles de Trump podrían tener efectos no deseados en el orden económico internacional, impulsando a los rivales a acelerar su progreso tecnológico. Por último, en el frente geopolítico, la ambigüedad de la administración Trump en la defensa de Ucrania y la OTAN genera dudas en otros países, mientras que China y la Unión Europea buscan fortalecer su propia defensa.

¿Un Nuevo Orden Global?

En conclusión, la política arancelaria de Donald Trump está acelerando el declive económico, político y moral de Estados Unidos. Como ha sucedido en otros imperios, el estadounidense se ve amenazado por la negligencia de sus élites. Este escenario presenta una oportunidad para que la Unión Europea asuma un mayor liderazgo en la configuración de un nuevo orden global más cooperativo y equilibrado. Tal como señala Antón Costas (2025), Donald Trump podría ser una bendición para Europa.