Europa depende cada vez más de los fertilizantes rusos ante la escasez de gas
Debido a la reducción del suministro de gas natural de Rusia a Europa, los países europeos están recurriendo cada vez más a los fertilizantes rusos para mantener su producción agrícola. En los últimos tres años, las importaciones de urea rusa a la UE se han duplicado, y Francia, en particular, ahora importa el 80% de sus fertilizantes de este país. Esta dependencia de los fertilizantes rusos ha suscitado preocupación entre los productores europeos, que advierten que podría poner en peligro la capacidad de producción de fertilizantes de Europa.
Las ventas de fertilizantes rusos representan una fuente importante de ingresos y divisas para Moscú. Según la asociación europea del sector, Fertilizers Europe, las ventas de este producto generaron ingresos por más de 1.500 millones de euros en 2022-2023. Rusia ha introducido recientemente un impuesto del 10% sobre las exportaciones de fertilizantes y un gravamen sobre los beneficios extraordinarios.
Precios más bajos, preocupaciones sobre la producción europea
Los fabricantes de fertilizantes rusos han podido bajar los precios para los productores de la UE gracias a los bajos precios del gas natural en Rusia. Esto ha llevado a una competencia desleal para los productores europeos, que pagan precios mucho más altos por el gas natural. Petr Cingr, director ejecutivo del mayor productor de amoníaco de Alemania, SKW Stickstoffwerke Piesteritz, ha advertido que la capacidad de producción europea podría desaparecer si no se toman medidas para limitar la entrada de fertilizantes rusos.
Las preocupaciones sobre la dependencia de los fertilizantes rusos también han sido expresadas por Svein Tore Holsether, director ejecutivo de Yara International, uno de los mayores productores mundiales de fertilizantes minerales basados en nitrógeno. En abril, Holsether dijo que Europa estaba "caminando dormida" hacia la dependencia de los fertilizantes rusos.
Exenciones a las sanciones y aumento de las exportaciones rusas
Las sanciones de la UE incluyen exenciones para las exportaciones rusas de alimentos y fertilizantes, ya que Bruselas no quiere reavivar el temor a una crisis alimentaria como la de 2022. Sin embargo, las cifras de la Comisión Europea muestran que en los primeros seis meses de 2024, las compras de fertilizantes a Rusia se han disparado, alcanzando los 2,59 millones de toneladas, frente a los 1,73 millones de 2023, una cifra que ya se acerca a los niveles de 2022.
Las exportaciones rusas de fertilizantes de potasa también han aumentado en el primer semestre de este año, alcanzando los 6,7 millones de toneladas, un 1,7 veces más que en el mismo periodo del año pasado, según datos de la agencia Metals & Mining Intelligence (MMI). La urea, el principal fertilizante nitrogenado, también ha experimentado un aumento interanual del 23%, con un total de 4,6 millones de toneladas.
Las cifras de la MMI indican que, en general, el volumen total de exportación de todos los tipos de fertilizantes alcanzó los 13,7 millones de toneladas en el primer semestre de 2024, lo que supone un aumento del 34%.
Implicaciones para la agricultura y la seguridad alimentaria
La dependencia de los fertilizantes rusos tiene implicaciones para la agricultura y la seguridad alimentaria en Europa. Los fertilizantes son esenciales para aumentar los rendimientos de los cultivos y garantizar una producción agrícola suficiente. Si la capacidad de producción europea se ve comprometida, podría provocar una escasez de fertilizantes y un aumento de los precios de los alimentos.
El aumento de las exportaciones de fertilizantes rusos también plantea preocupaciones sobre la seguridad alimentaria mundial. Rusia es uno de los principales exportadores de fertilizantes del mundo y cualquier interrupción en su suministro podría tener graves consecuencias para los países que dependen de las importaciones de alimentos.
El panorama de la dependencia de los fertilizantes rusos en Europa es complejo. Si bien los fertilizantes rusos son más baratos y pueden ayudar a satisfacer la demanda europea, su uso plantea preocupaciones sobre la competencia desleal, la capacidad de producción europea y la seguridad alimentaria mundial.