Cuatro meses después de la devastadora DANA que azotó la provincia de Valencia, los residentes de Catarroja, uno de los municipios más afectados, están luchando por reconstruir sus vidas y negocios. Mientras tanto, la investigación judicial en curso está proporcionando validación a sus experiencias y alimentando su demanda de responsabilidades. El País (2025) está informando sobre la situación en la avenida Blasco Ibáñez, donde la tragedia golpeó con especial fuerza.

Reconstruyendo vidas entre escombros

Pilar Pérez, propietaria de la peluquería Azabache, es un ejemplo de la resiliencia que se está observando en Catarroja. Su negocio fue completamente destruido por la riada, convirtiéndose en un «amasijo de lodo y enseres podridos». Sin embargo, con la ayuda de amigos, desconocidos y donaciones, Pili logró reabrir sus puertas el 3 de febrero. Está trabajando arduamente para recuperar lo perdido, aunque aún enfrenta incertidumbre sobre la indemnización del consorcio de seguros.

«Al menos ahora, cuatro meses después del apocalipsis de la dana, tengo la sensación de que puedo empezar a vivir de nuevo», dice Pili, reflejando el sentimiento agridulce que comparten muchos en la zona (M. Ceberio Belaza, El País, 2025).

El impacto psicológico persiste

La DANA dejó una profunda cicatriz emocional en la comunidad. Las conversaciones en la peluquería de Pili giran constantemente en torno a los efectos de la riada, los vecinos fallecidos, los negocios cerrados y la lentitud de las ayudas. El País (2025) señala que este monotema refleja la necesidad de procesar el trauma y encontrar un sentido a la tragedia.

Exigiendo responsabilidades

Muchos residentes están siguiendo de cerca la investigación judicial liderada por la jueza Nuria Ruiz Tobarra. Buscan una verdad oficial y que alguien asuma la responsabilidad por las 224 muertes causadas por la DANA. Un auto de la magistrada, citado por El País (2025), califica la alerta enviada por la Generalitat como «notablemente tardía», lo que ha resonado con las víctimas que vieron morir a personas antes de recibir la advertencia.

Vicente Cantador, otro vecino de la avenida Blasco Ibáñez, comparte esta indignación. Vio cómo la riada arrastraba a personas hacia su garaje, donde murieron ahogadas. «La alerta nos llegó cuando ya había gente muerta y estábamos todos intentando salvar la vida», lamenta Vicente, exigiendo que los responsables rindan cuentas (M. Ceberio Belaza, El País, 2025).

El papel de los líderes políticos bajo escrutinio

Las críticas también se dirigen al presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, por su gestión de la crisis. Su defensa, argumentando que llegó tarde al centro de coordinación, ha sido recibida con incredulidad y falta de respeto por las víctimas. Pili, al igual que muchos otros, no entiende cómo no se asumen responsabilidades cuando hubo tantas muertes que, según la investigación judicial, podrían haberse evitado (M. Ceberio Belaza, El País, 2025).

Un rayo de esperanza: la reinauguración de Lola Guarch

A pesar del dolor y la frustración, hay destellos de esperanza en Catarroja. La reinauguración de la tienda de ropa Lola Guarch es un ejemplo de la determinación de la comunidad para seguir adelante. Al igual que Pili, las cuatro mujeres detrás de Lola Guarch perdieron todo en la riada: telas, ropa, máquinas de coser… Sin embargo, tras meses de arduo trabajo, lograron reabrir sus puertas, simbolizando un nuevo comienzo. «Esto era mi vida y aquí estamos de nuevo», exclama María Asencio, la dueña del negocio (M. Ceberio Belaza, El País, 2025).

Mientras Catarroja se recupera lentamente de la DANA, la búsqueda de la verdad y la rendición de cuentas sigue siendo una prioridad para sus habitantes. La historia de Pili, Vicente y las mujeres de Lola Guarch son un testimonio de la resiliencia humana y la necesidad de justicia en tiempos de tragedia.