Coco y Pino, los últimos punkis del Carmen

En la bulliciosa ciudad de Valencia, en el corazón del histórico barrio del Carmen, se encuentran Coco y Pino, una pareja singular que continúa ondeando la bandera del movimiento punk. Sentados en la terraza de un bar que aún resiste la gentrificación, estos dos artistas de 54 y 51 años observan el desfile diario de vecinos, madres y padres que acompañan a sus hijos al colegio. Sus estéticas, marcadas por las cadenas, las crestas y las camisetas libertarias, los distinguen como los últimos vestigios de una época rebelde.

Una historia de resistencia y transformación

Hace más de 30 años, Coco y Pino llegaron a Valencia y se convirtieron en testigos de la evolución del barrio más bohemio y alternativo de la ciudad. Los garitos con música en directo, que antaño llenaban las noches de vida, han ido cerrando sus puertas, dejando paso a una nueva era de turistificación y alquileres desorbitados. Sin embargo, Coco y Pino se mantienen firmes en su compromiso con el espíritu punk, aunque el tiempo haya suavizado su ira inicial.

"Nos saluda todo el mundo, todo tipo de gente. Estamos establecidos aquí", comenta Coco, mientras Pino asiente. Pero la realidad es que los punkis de antaño han disminuido notablemente. "Puede haber alguna cresta más, claro, pero nada que ver con los buenos tiempos. La mayoría ha caído", apunta Coco.

La sombra de la heroína

La heroína dejó una profunda huella en el Carmen durante los años ochenta. Coco y Pino conocen de cerca las historias de adicción y dolor que asolaron el barrio. "A un punki de mi quinta, su madre lo llevó a las meigas porque creía que estaba poseído por la pinta que tenía. Acabó yonki como mucha peña de entonces", recuerda Coco. "Yo soy un superviviente", añade, restando importancia a los achaques que arrastra.

El refugio del Boludo

En medio del asedio de la turistificación, el Bar Ripalda Boludo se alza como un último reducto para Coco y Pino. Este bar futbolero, consulado del Boca Juniors y sede de una peña valencianista, resiste los embates del cambio. Allí, entre acentos porteños, valencianos y castellanos, los parroquianos comparten sus batallas y lamentan la transformación del barrio.

"Ahora es imposible pagar el puto alquiler de un cuchitril", se queja uno de los habituales. Y añoran los garitos de antaño, como Capsa 13, Planta Baja o El Forn.

El legado punk

Coco y Pino han dejado su huella en el Carmen no solo a través de su música, sino también de su actitud. "Tenemos dos hijos cada uno, y les decimos que si tienen mal rollo por ir con papá por la calle, pueden ir 20 metros más adelante", comenta Coco. "Estamos para protegerlos y para que no repitan la parte chunga".

Aunque sus hijas no han seguido sus pasos musicales, las hijas de Pino destacan por su habilidad artística en el dibujo y la pintura. Coco y Pino son conscientes de que el punk ha perdido fuerza, pero su espíritu de rebeldía y autenticidad sigue vivo en las nuevas generaciones.

En el corazón del Carmen, Coco y Pino representan un recuerdo de una época pasada, un símbolo de la resistencia frente al cambio y una inspiración para quienes buscan vivir fuera de las normas establecidas.