Dos jóvenes de Castilla y León regresan de Bolivia tras su experiencia como voluntarias
Carmen Martín Gallo y Paula Mallo Martínez colaboraron en proyectos de desarrollo para comunidades indígenas
Carmen Martín Gallo y Paula Mallo Martínez, dos jóvenes castellanas y leonesas, regresaron el pasado 19 de junio a España tras dos meses como voluntarias en comunidades indígenas de Bolivia. A través de un programa financiado por la Junta de Castilla y León y la ONG burgalesa de Amycos, pudieron colaborar con distintos proyectos en favor del desarrollo de estas poblaciones.
Carmen, ingeniera, y Paula, periodista, se apuntaron a este programa por vocación y con la ilusión de vivir esta experiencia única. La comunicadora dio con el programa a través de LinkedIn, justo cuando buscaba algo más que el "voluntariado al uso". Por su parte, la ingeniera, preocupada por un futuro laboral inmersa en una oficina, no quería que su "vocación innata por lo social" se perdiera.
Además de periodista, Paula cuenta con un Máster en Cooperación Internacional y Ayuda Humanitaria, lo que le hizo tener "clarísimo" que esto era a lo que se quería dedicar. "Desde pequeña siempre he vinculado el periodismo a lo social", señala. Carmen, por su parte, reconoce salirse "un poco del perfil" de lo que es una voluntaria por sus estudios, pero tras una "búsqueda existencial" de qué hacer con su vida, el tener conocimientos en telecomunicaciones le hizo ver que podía tener cabida en este tipo de proyectos.
La experiencia en Bolivia
En Bolivia, su trabajo se desarrolló en colaboración con Anawin, la contraparte local de Amycos en el país sudamericano. Durante dos meses, estuvieron en el Cochabamba, donde realizaron distintos proyectos relacionados con la igualdad, el acceso al agua potable, el impulso de una radio comunitaria y la mejora de la economía de las familias indígenas.
Entre todos estos proyectos, hubo uno en el que coincidieron ambas, que fue el de la radio comunitaria. Carmen, por su perfil más técnico, se orientó a la capacitación de la comunidad indígena de Chapirisca, mientras que Paula aportó más en el aspecto comunicativo y periodístico.
"Esta radio nació en el Covid porque era una buena forma de realizar la educación que no podían presencialmente", explica Carmen. Sin embargo, con el tiempo, quedó un poco parada, por lo que ahora están intentando volver a impulsarla, ya que para la ONG es "importante que tenga sostenibilidad en el tiempo".
Paula, que ha participado en más proyectos, coincide con Carmen en el de la radio comunitaria, donde se ha encontrado con que el nivel educativo es "bastante bajo". A pesar de ser uno de los países latinoamericanos con menos analfabetismo, se encontró con que "leían y escribían mal" y que había otras barreras, como el miedo a hablar en público.
El trabajo se dividió en tres grupos: comunarios, profesores y alumnos. En el caso de los primeros, se "desentendió", ya que "únicamente acudieron a la primera reunión porque era obligatoria".
"Se buscaba principalmente intentar un éxito con los alumnos y profesores, donde más vimos que podía funcionar fue con los alumnos", matiza Carmen.
Paula hace énfasis en que "nosotros juzgamos desde nuestra realidad inconscientemente", pero añade que hay que hacerlo "desde la suya" y "adaptarse".
"Ha sido una montaña rusa. Cuando estás en España lo coges con muchísima ilusión y más cuando es algo que has estado buscando durante tanto tiempo, llegas aquí con muchísimas ganas, empiezas a absorber de todos los proyectos, pero llega un punto en el que caes", reconoce.
Un contexto donde empiezan a ver "la realidad" y los problemas que "no se pueden solucionar o no se intentan solucionar", puntualiza Carmen.
Los retos y aprendizajes
Además de la radio comunitaria, Paula también participó en un programa de mejora de la economía de las familias indígenas a través de las variedades de palta y chirimoya y en otro sobre el acceso universal al agua potable. Y es que todos los programas de este voluntariado contaban con la transversalidad del agua, la soberanía alimentaria, la igualdad y el cambio climático.
Precisamente en la igualdad es donde también han encontrado otras realidades a la nuestra. "Los hombres trabajan en el campo y las mujeres en casa. Hicimos un taller y les intentamos explicar por qué no se repartían las tareas del hogar. Es imposible cambiar esto", concluye Paula.
Todo ello sumado en el contexto de que eran "mujeres, blancas" y en el caso de Carmen "encima ingeniera, que es un mundo de hombres". "Muchas veces la acogida no ha sido buena", reconoce la joven de la ciudad del Pisuerga.
Según Paula, ese ha sido su mayor reto, el de intentar "cambiar la realidad de las mujeres y que haya igualdad", aunque admite no saber exactamente la solución para erradicar el problema.
"Lo que hemos venido es a apoyar, a aprender de otra realidad. Esto nos aporta en positivo porque vamos a abrir la mente y nos va a hacer más sensibles con el mundo", recalca.
Por su parte, Carmen asegura quedarse con la "parte más negativa", ya que la positiva la "tenemos todos en mente y todos nos imaginamos lo bonito que ha sido conocer las comunidades". "Cómo hemos afrontado lo malo y cómo hemos aprendido de lo malo. Muchas cosas que uno tiene en su cabeza, pero cuando lo ves realmente y ves que no puedes hacer nada es una cosa que a mí por ejemplo me ha roto mucho la cabeza. Ese proceso es lo que más me llevo", señala.
Ambas coinciden en que esta experiencia les ha aportado mucho a nivel personal y profesional, y que les ha hecho crecer como personas. "Yo lo que me llevo es positivo y es vivir de igual a igual con gente que ha nacido a miles de kilómetros con una cultura tan diferente. He estado como una más de la familia. Tenemos muchos prejuicios, yo también e intento no tenerlos, y es que hemos aprendido muchas cosas", añade Paula.