El 29 de septiembre de 2022, el entonces rector de la Universidad Pompeu Fabra (UPF), Oriol Amat, acudió a un almuerzo con el catedrático Arcadi Navarro en un restaurante de la calle Balmes de Barcelona. **¿Qué se encontraron al llegar?** Para sorpresa de Amat, allí le esperaban dos de sus vicerrectores (David Sancho y Pablo Pareja), además de los catedráticos y comisionados Carles Ramió y José García Montalvo. Lo que no podía imaginar Amat es que sus propios colaboradores le iban a pedir que abandonara el cargo, advirtiéndole de que, en caso contrario, la mayoría de los vicerrectores dimitiría en bloque, con las graves consecuencias que ello traería para la gestión y la imagen de la universidad.
Al día siguiente, Amat —que había asumido las riendas de la UPF en mayo de 2021— anunciaba por sorpresa ante el Consejo de Dirección que adelantaba las elecciones. **¿Por qué tomó esta decisión?** Según el comunicado de prensa que la universidad emitió ese mismo día, Amat argumentó que “sus principales compromisos electorales” ya se habían completado o habían “logrado un alto nivel de logro”. Sin embargo, nadie se lo creyó. “Era muy extraño. En un año y medio no te da tiempo de hacerlo todo. Era evidente que había habido fuertes presiones”, explica una docente que, semanas antes, había recibido insinuaciones sobre “problemas en el rectorado” y un posible cambio de gobierno.
¿Por qué estaba descontento el equipo de Amat?
Amat, catedrático de Economía y decano de la Barcelona School of Management (BSM), no fue la primera opción para el puesto de rector. Tras culminar dos mandatos, en 2021 el entonces rector Jaume Casals se decantó por él a falta de mejores candidatos. “Cuesta encontrar alguien que se presente a rector o a otros cargos de gestión, no hay incentivos. Por eso siempre se busca un candidato de consenso”, coinciden varias voces.
Pero la elección de Amat no gustó desde un principio a ciertas personas, que protagonizarían la comida del 29 de septiembre. Pronto empezaron los desacuerdos, principalmente por su forma de gestionar la universidad, mucho más semejante a una empresa privada que a una institución académica. “Creó grupos de acción rápida para llevar a cabo proyectos en poco tiempo. Ello creó mucha tensión”, recuerda un miembro cercano al gobierno del campus.
Además, **Amat era considerado un líder distante y poco empático**. “Presionaba a la gente, enviaba mensajes a horas intempestivas y cambiaba de opinión con frecuencia, dejando en evidencia a su equipo”, resume otro testimonio. La gota que colmó el vaso fue una serie de decisiones que molestaron a los que se autodenominan el "pinyol", un grupo de profesores e investigadores que controlan la universidad desde hace años. Amat intentó acabar con situaciones enquistadas en los departamentos, donde se marginaba a ciertos catedráticos; acabó con los encargos externos de estudios e informes y recortó notoriamente los gastos de dietas vinculados al rectorado.
“Se tomaron decisiones que tocaban a los intereses particulares de ciertas personas, porque había gente que gestionaba la universidad como si fuera suya”, añaden estas fuentes. También hubo varios despidos controvertidos, todos cercanos a Casals y su círculo. **¿Fue Jaume Casals el artífice de la caída de Amat?** Muchas voces apuntan al exrector como pieza clave del movimiento por su posición y la relación con el resto de comunidad educativa. “Se siente mal porque fue quien puso a Amat y ve que se equivocó, así que intenta rehacer lo hecho”, coinciden varios altos cargos. También aseguran haber asistido a cenas en casa de Casals para compartir las críticas contra el rector.
Por su parte, Casals, quien admite que tenía información del descontento y de las intenciones de este grupúsculo, niega cualquier participación. “Tener información no quiere decir participar. Yo no di apoyo”, asegura. Sin embargo, sí aconsejó al entonces rector que hiciera caso de la petición de dimisión. Amat, aunque admite sus particularidades como gestor, considera que “de aquí a hacer un golpe de estado hay un paso grande”. Desde su entorno, la versión de los hechos se ve diferente. Apuntan a que el descontento surgió por una serie de irregularidades detectadas por Amat en la contratación de profesores tenure-track y en el pago de dietas a miembros del rectorado. Una auditoría interna y un posterior informe de la Sindicatura de Cuentas determinaron que había 21 profesores cobrando por encima de la normativa, incluso algunos de ellos más que un catedrático. La UPF asegura que “esta cuestión fue corregida en 2022″.
El pacto de silencio que no se cumplió
Amat decidió irse, pero no con la inmediatez que le pedía el grupúsculo opositor. Pide seguir el proceso electoral, marcharse sin hacer ruido y maquillando la situación para que no mancillar el nombre de la universidad y el suyo propio. “Se quiso hacer de una forma para que no hubiera sangre y se hizo un pacto de silencio, pero no se ha conseguido”, remata un miembro de dicho grupo.