Francesco Tonucci, pedagogo, dibujante e investigador italiano, ha criticado los fundamentos de la educación tradicional, abogando por devolver a los niños su papel protagónico en el aprendizaje. Él cree que el verdadero conocimiento proviene de la exploración libre, el juego y la curiosidad. Su propuesta es transformar las aulas en espacios creativos, inclusivos y libres de presiones, donde cada niño pueda aprender a su propio ritmo y cultivar los valores necesarios para una participación activa en una sociedad democrática.

La escuela tradicional, un sistema obsoleto

Tonucci argumenta que el sistema educativo actual sofoca las ganas de aprender y la curiosidad innata de los niños. Cita a una madre colombiana cuyo hijo solo quería asistir a la escuela un día a la semana y a una niña uruguaya que decía que lo que más le gustaba de la escuela era irse. Bruner, un psicólogo estadounidense, calificó esta situación como un problema grave del que es crucial escapar. Numerosos estudios han demostrado que no hay correlación entre el éxito escolar y el éxito en la vida, y sin embargo, seguimos formando a los docentes para mantener este tipo de escuela.

El rol del maestro, escuchar a los niños

Tonucci enfatiza la importancia de escuchar a los niños. El artículo 29 de la Convención sobre los Derechos del Niño establece que la educación debe apuntar al desarrollo integral del niño, teniendo en cuenta sus capacidades y aptitudes individuales. Sin embargo, la formación docente actual no incluye la escucha activa. El artículo 12 de la misma convención reconoce el derecho de los niños a expresar sus opiniones y a que se las tome en cuenta. La escucha activa es esencial para respetar este derecho.

Repensando el aula

Tonucci propone eliminar la idea tradicional del aula como un lugar donde los niños permanecen sentados y en silencio. En su lugar, aboga por espacios flexibles que permitan experiencias significativas, donde los niños puedan moverse y colaborar libremente. Cree que es esencial ayudar a los niños a descubrir sus vocaciones y aptitudes, lo que debe ser el objetivo principal de la educación, aunque esto implique aceptar algunas lagunas en otras áreas.

La diversidad en las aulas

Tonucci promueve la diversidad en las aulas, incluyendo la heterogeneidad de edades. Sostiene que la separación por edades es una práctica artificial que no refleja las experiencias de la vida real. Celestine Freinet, un educador francés, desarrolló un sistema pedagógico con grupos mixtos de edades, donde los estudiantes mayores colaboraban con los más pequeños. Tonucci también defiende la inclusión de niños con necesidades especiales, no a través de recursos específicos, sino eliminando las barreras que impiden su participación.

El juego, esencial para el aprendizaje

Tonucci considera que la escuela no es el lugar para los juegos, sino que estos deben ocurrir fuera de las aulas y sin la supervisión de adultos. Reconoce que los niños aprenden más jugando que estudiando, ya que desarrollan competencias sociales, cognitivas y emocionales. El juego solo es posible en situaciones de autonomía, donde los niños puedan explorar libremente y tomar sus propias decisiones.

La ciudad, un espacio para los niños

Tonucci promueve el concepto de ciudades amigables con la infancia, donde los niños tengan derecho a jugar en el espacio público sin restricciones. Critica la tendencia a crear áreas de juego designadas, argumentando que restringe la autonomía y la creatividad de los niños. La ciudad debe ser un lugar donde los niños puedan moverse, explorar y socializar libremente.