En la zona cero de la DANA de Valencia, los afectados silencian al presidente Mazón

En los pocos bares abiertos de la zona cero de la DANA de Valencia, los afectados silencian al presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, quien comparece en el Parlamento valenciano para pedir disculpas por la gestión de la catástrofe.

Los vecinos, bomberos y voluntarios, con el barro aún hasta la cadera, desayunan en locales recién abiertos, de espaldas a la intervención de Mazón. En el bar El Pin de Sedaví, se han servido más de 100 desayunos esta mañana, mientras en cada esquina del local, tres pantallas estampaban la cara de Mazón. Pero los afectados han desarrollado un nuevo sentido para observar la realidad tiznada de barro y desesperación de aquellas horas de la noche del 29 de octubre.

«A mí qué más me da lo que diga ya este hombre»

“A mí qué más me da lo que diga ya este hombre”, comentaba en la barra una profesora del colegio público San Clemente. “Esto ha sido una negligencia, o mejor dicho, varias. Encima, cuando te vas enterando de dónde estaba este hombre ese día... es que te cabreas más”.

En el bar Nova Casavella de Alfafar, el único local de los tres abiertos esta semana que tiene la televisión encendida, la camarera Ana señala que no piensa poner las noticias. “No me interesa ya. Esto ha sido una negligencia, o mejor dicho, varias. Encima, cuando te vas enterando de dónde estaba este hombre ese día... es que te cabreas más”.

Junto a un local de Benetússer con la televisión apagada, un taller mecánico ha pegado un cartel que reza: “En este comercio no queda nada que robar. ¡Ayuntamiento, estoy vivo! Vosotros, ¿dónde estáis?”.

Frente al establecimiento, una grúa mueve coches como si fuera una máquina de feria y los amontona unos sobre otros, formando hasta cinco pisos de chatarra. “Estas son nuestras vistas ahora, ¿ves por qué no vemos la tele?”, apunta un vecino sentado en una cafetería de al lado.

Tampoco en las terrazas que han empezado a colocar estos días en Alfafar, Benetúser, Catarroja y Sedaví nadie menciona el discurso de Mazón. Ocupados en resolver todo lo que tienen que limpiar ese día, muchos vecinos viven ajenos a una batalla política que parece no apelarles. “Sé que muchos piensan que fallaron demasiadas cosas, incluso el sistema entero”, decía Mazón, y ahí Ana, si hubiera querido escucharlo, le habría dado la razón.

Un nuevo sentido para observar la realidad

En este rincón catastrófico de España, los afectados han desarrollado un nuevo sentido para observar la realidad tiznada de barro y desesperación de aquellas horas de la noche del 29 de octubre. Cuando 17 días después, su presidente estaba ante todos los diputados pidiendo disculpas “a los que se sintieron abandonados”, los vecinos del bar de Sedaví parecían haber dejado de necesitarlas.

Mientras el presidente hablaba, en la puerta del bar, un grupo de vecinos hablaba de que ese viernes dos se habían duchado por primera vez con agua caliente. “No sabes cómo olía a gas toda la casa. Pero es que nos dio igual. Qué gusto, tú”, decía una vecina mientras apuraba el café, con las botas llenas de barro, dispuesta a seguir limpiando su garaje con un grupo de militares que había llegado esa mañana a vaciarlo.

“Nada será igual, pero para que todo vuelva a ser normal es necesaria altura de miras”, continuaba Mazón desde el estrado. Y la altura de miras en Sedaví, para dos operarios, de momento consistía en empinar dos chupitos de orujo y colocarle unas persianas nuevas en el garaje arrasado por la corriente.

“Faltó información y coordinación”, acababa de reconocer Mazón. “Faltó una respuesta más rápida”. Pero Ibo, que es de Turquía y apenas habla español, pidió unos días de vacaciones en su puesto de trabajo como conductor de autobús en Barcelona en cuanto vio las noticias. Ha estado ayudando en La Torre, en Paiporta, en Picaña y ahora está vaciando de víveres el colegio San Clemente de Sedaví.

“Me acuerdo mucho de cómo se volcó la gente cuando hubo un terremoto en mi país”, cuenta, emocionado. “Mientras enseña que, sin mucha coordinación, un grupo de amigos turcos se organizaron para venir hace una semana de la tragedia. Y muestra un selfie con un bombero de Francia que había conocido en Turquía cuando habían ido a ayudar tras el seísmo”.

Nadie mira tampoco la televisión en el bar Nova Casavella, en la plaza del ayuntamiento de Alfafar. Es el único local, de los tres que han conseguido abrir esta semana, que tiene la televisión encendida. Pero una de las camareras que atiende este viernes, Ana, señala que no piensa poner las noticias. Cerca de las 12 horas, estaba sintonizado Teledeporte. “Además nosotros solo ponemos cadenas públicas”, explica, una norma que es anterior a la DANA.