China prepara una ofensiva para evitar los aranceles de Occidente: colonizar el mundo con fábricas
El gigante asiático invierte miles de millones de euros en el extranjero en plantas, especialmente en industrias relacionadas con la transición energética, como respuesta a la guerra comercial.
China entra en una nueva fase de expansión global
Las empresas tecnológicas chinas vinculadas a la transición verde han comenzado a sembrar semillas en innumerables territorios. Cada poco se anuncia un acuerdo para colocar la primera piedra de una planta de producción de vehículos eléctricos, baterías, electrolizadores para la producción de hidrógeno verde o paneles solares.
En España, Brasil, Alemania, Vietnam, México, Turquía o Hungría. La nueva tendencia habla de la vocación internacional de Pekín, que busca liderar un sector en el que se ve un paso por delante de sus competidores. Por capacidad tecnológica y por potencia productiva. Quiere llegar a todos los rincones del planeta. Estar cerca de los mercados clave.
Expansión para sortear las restricciones comerciales
La expansión lleva tiempo en marcha y se ha acelerado tras la pandemia. También se ha convertido en la respuesta del gigante asiático para sortear el creciente muro de restricciones comerciales frente a las exportaciones masivas —y fuertemente subsidiadas— que ya levantan la Unión Europea, Estados Unidos y otros países, alertados por la sobrecapacidad china en estos sectores.
El atractivo de la llegada de las empresas chinas se ha convertido a la vez en una herramienta negociadora de Pekín para tratar de reducir los aranceles, además de un arma de penetración geopolítica con potencial para rediseñar el mapa de amistades, sobre todo en el Sur global.
La nueva expansión promete abrir otro capítulo en el vodevil de las disputas comerciales con Occidente. Y podría elevarse a la categoría de guerra comercial 2.0 si Donald Trump, instigador de la primera, llega a la Casa Blanca.
Síntomas del empuje del gigante asiático
Hay numerosos síntomas de este empuje del gigante asiático. Las inversiones extranjeras directas en nuevas instalaciones en los sectores de componentes electrónicos, energías renovables, equipos originales de automoción y productos químicos alcanzaron su máximo en 2023, con un valor combinado de 78.300 millones de dólares (unos 70.381 millones de euros), según FDI Intelligence, un servicio especializado de Financial Times.
Este tipo de inversiones en los sectores de metales y minerales también batieron todos sus récords el año pasado, con unos 37.800 millones de dólares (33.982 millones de euros). China pretende asegurar recursos vitales, dada la importancia de estos sectores para el desarrollo de tecnologías detrás de los vehículos eléctricos, fotovoltaicos, productos de energía eólica y almacenamiento de energía, según estos analistas: “Concuerda con la estrategia más amplia de China de aprovechar los recursos naturales y las tecnologías de transición energética para el crecimiento económico y la influencia internacional”.
El coche eléctrico, el estandarte de la estrategia
El coche eléctrico es el verdadero estandarte de este nuevo despliegue. Es difícil seguir el ritmo de los anuncios; hay una verdadera movilización en marcha.
BYD, que se disputa con Tesla el título de mayor productor de enchufables del mundo, ultima una planta en Hungría; ha confirmado su intención de levantar otra en México; pretende empezar a producir en Brasil antes de que acabe el año; ha anunciado otra fábrica en Indonesia; inauguró en junio una en Uzbekistán y otra en julio en Tailandia.
Chery, la misma compañía estatal que ha desembarcado en la antigua fábrica de Nissan en Barcelona, también planea aterrizar en México, tendrá operativa una planta en Vietnam en 2026 y el año pasado anunció una inversión de 400 millones de dólares (unos 360 millones de euros) en Argentina para construir una fábrica de automóviles, con el apoyo de la industria local de extracción de litio, sector en el que China juega también un rol crucial.
La UE, uno de los principales campos de juego
La UE se ha convertido en uno de los principales campos de juego. China quiere estar presente en uno de los mayores mercados del planeta. Su despliegue ha cogido carrerilla. A pesar de que las inversiones chinas en la UE tocaron mínimos en 2023, las destinadas a toda la cadena de valor del coche enchufable en el continente se dispararon hasta los 4.700 millones de euros, cifra que ha supuesto casi el 70% del total de la inversión extranjera directa china en la UE, y un incremento del 61% con respecto al año anterior, según un informe del Merics.
China intensifica su coqueteo bilateral
China ha intensificado su coqueteo bilateral con los países. Ha presionado con investigaciones a sectores europeos como el del porcino, el de los lácteos o el del brandy, que podrían hacer un nuevo agujero a la ya maltrecha balanza comercial de varios de ellos.
Su ministro de Comercio, Wang Wentao, ha viajado a Bruselas esta semana para reunirse con su homólogo en la Comisión Europea, Valdis Dombrovskis, para tratar de alcanzar un acuerdo, aunque nadie se hace demasiadas ilusiones.
El exterior, una salida para la sobrecapacidad
Alexander Brown, analista de Merics, cree que la salida al exterior de China está muy vinculada a sus “enormes problemas de sobrecapacidad” en los sectores verdes por los que ha apostado fuerte el Gobierno. El exceso productivo está bajando los márgenes en China. En la actualidad, conviven en el país 137 marcas diferentes de coches eléctricos; al final de la década solo 19 serán rentables, según calcula la consultora Alixpartners, citada por Bloomberg. Muchas se quedarán en el camino.
Este mercado ultracompetitivo está tocado además por una demanda interna átona. Las empresas “buscan aumentar sus ventas en el extranjero, donde pueden generar mayores márgenes”, dice Brown a través de videollamada. Y pueden hacerlo de dos formas: exportando o construyendo capacidad manufacturera en el extranjero.
Las exportaciones de lo que Pekín denomina “el nuevo trío” —los coches eléctricos, las baterías y los productos fotovoltaicos— subieron un 30% en 2023, según el Informe sobre el Trabajo del Consejo de Estado (el Gobierno chino), un documento presentado por el primer ministro, Li Qiang, en marzo. Poco después llegaba el contraataque arancelario de Estados Unidos y la UE.
La instalación de fábricas no es la panacea
La instalación de fábricas no hará que desaparezca la marejada, consideran sin embargo otros analistas. Podrían disipar las preocupaciones por el empleo y darle a los productos el sello de Fabricado en la UE. “Pero esto sólo resolvería una parte del problema: los productos seguirían saturando los mercados nacionales mientras los beneficios se repatriarían a China”, señalaba en un artículo reciente Mrugank Bhusari, director adjunto del Centro de Geoeconomía del Atlantic Council.