España le pide a Bruselas que mantenga abiertas las negociaciones con China y evite la guerra comercial
España no ha revelado todas sus cartas en la votación crucial que tendrá lugar este viernes en Bruselas para decidir el futuro de los aranceles a los vehículos eléctricos chinos, pero le ha dejado claro a la Comisión Europea una cosa: quiere mantener abiertas las negociaciones con el gigante asiático y evitar la guerra comercial a toda costa.
Así se lo ha hecho saber al vicepresidente ejecutivo y comisario de Comercio, Valdis Dombrovskis, en una carta enviada a Bruselas este jueves por el ministro de Economía, Carlos Cuerpo. "En este momento, creemos necesario mantener abiertas las negociaciones y agotar todas las vías para una solución de compromiso", afirma la misiva, que no adelanta el sentido del voto.
Puntos de acuerdo
La carta señala posibles puntos de acuerdo, como la "reducción del nocivo impacto de los subsidios", en referencia a la acusación de la Comisión a China, tras una exhaustiva investigación de un año en la que ha concluido que los vehículos eléctricos del gigante asiático parten con una ventaja ilegal (según las leyes internacionales de comercio) debido a la enorme cantidad de ayudas que reciben.
También reclama en la misiva que parte de la producción de baterías se traslade a Europa. Precisamente, en España ya se está instalando una gran fábrica de vehículos chinos en las instalaciones que hasta hace poco ocupaba el fabricante japonés Nissan. También hay un proyecto para instalar baterías de litio en Extremadura.
Con esta carta, adelantada por Reuters, España matiza la postura que tuvo en julio, cuando ante la propuesta provisional de la Comisión, en la que se plantearon aranceles adicionales que van desde el 17,4% hasta el 37,6%, votó a favor. Además, concreta, de alguna manera, la postura expresada por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en un reciente viaje a China, cuando sorprendió al decir que la UE debía "reconsiderar" la decisión sobre los aranceles.
Contexto y consecuencias
No obstante, también se alinea con el resultado de la reunión que mantuvieron hace un par de semanas Dombrovskis y el ministro de Comercio chino, en la que se comprometieron a mantener abierta la negociación más allá de la votación.
El texto remitido a Dombrovskis alinea, de alguna manera, a España en una posición similar a la de Alemania, país que ha pedido una y otra vez la negociación y que se evite la guerra comercial. Claro que las grandes empresas automovilísticas alemanas tienen grandes inversiones en el gigante asiático y temen mucho las represalias que pueda adoptar Pekín si finalmente las barreras arancelarias adicionales se convierten en fijas por, al menos, cinco años.
Eso se decidirá este viernes en una votación en la que la Comisión Europea se juega parte de su credibilidad en la política comercial de la Unión Europea. El voto será un termómetro importante sobre la política comercial europea y también para su política exterior. Más aún en un momento en el que el club comunitario analiza cómo aumentar su competitividad industrial para enfrentarse a Washington y a Pekín.
La investigación sobre los coches eléctricos chinos se ha convertido en un símbolo de la posición de la UE frente a China, a quien considera un rival, socio y competidor en la arena geopolítica y comercial. El vínculo y el camino a seguir con el gigante asiático, cada vez más asertivo, sigue siendo uno de los temas más divisivos entre los Estados miembros.
Hace un año, la Comisión Europea abrió una investigación sobre los coches chinos importados ante la sospecha de que los subsidios y ayudas que les daba Pekín sitúan a estos vehículos en una ventaja competitiva, saltándose las normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Nueve meses después, llegaron las primeras conclusiones de la investigación y la decisión provisional de imponer aranceles compensatorios que iban del 17,4% al 37,6%, porcentajes a los que hay que sumar el 10% que ya se aplicaba a los vehículos chinos. Esa decisión se votó de forma consultiva en julio y agosto pasados. España votó a favor entonces.
La reacción china ha sido contundente. Pekín ha abierto investigaciones sobre productos agroalimentarios europeos que, en un caso, afectan de lleno a España: la carne de cerdo. Las otras dos afectan a varios productos lácteos y al brandy. Ha sido una forma de presionar a los Estados miembros para que cierren el paso a las intenciones de la Comisión Europea o, al menos, le lleven a aflojar su postura.
Las competencias en política comercial de Bruselas son mucho más amplias que en otras materias, aunque sus decisiones deben ser ratificadas por los Estados miembros.
No será fácil para los países que se oponen a esta decisión de la Comisión. Para vetarla, haría falta que lograran una mayoría cualificada contraria a la decisión, es decir, un 55% de Estados miembros que sumen al menos el 65% de la población de la UE. No obstante, existe la posibilidad de que una mayoría (siempre de capitales, la mitad más uno) vote en contra y entonces Bruselas debería reformular la propuesta que hizo la semana pasada a los Estados. Ese planteamiento incluye el mantenimiento de la negociación abierta con China, aunque se aprueben los aranceles.
La mayoría contraria que hace falta para tumbar la decisión de la Comisión hace que muchas voces en Bruselas apuesten por que este viernes se ratifique la propuesta de la Comisión. Lo hizo el propio embajador alemán ante las instituciones europeas, Michael Clauss, esta semana. Y eso que en su Gobierno hay voces que apuestan abiertamente por votar en contra. El miércoles lo hizo el ministro de Finanzas, Christian Lindner. Si se impusiera esta postura, Berlín se sumaría a Budapest, una de las pocas capitales que ha dicho abiertamente que votaría contra la Comisión para aumentar los aranceles a los vehículos eléctricos chinos.