Reinventemos el modelo social de la UE para abordar los retos actuales
La Unión Europea afronta importantes cambios que redefinirán su identidad. Las directrices de la nueva Comisión Europea, liderada por Ursula von der Leyen, y el informe sobre la competitividad europea encargado a Mario Draghi, revelan una creciente incertidumbre sobre la prosperidad de la Unión.
Necesidad de transformación urgente
El informe de Draghi enfatiza que el sentido de la UE radica en garantizar el bienestar de sus ciudadanos a través de valores fundamentales como la prosperidad, la equidad, la libertad, la paz y la democracia en un entorno sostenible. Si la UE no puede proporcionar estos valores, perderá su razón de ser. Por ello, es esencial una transformación urgente del modelo europeo.
La brecha de competitividad y el estancamiento económico
La oleada de cambios socioeconómicos, tecnológicos y geopolíticos ha sacudido los cimientos de la UE. La brecha de productividad con Estados Unidos y China se ha ampliado notablemente, y la renta disponible media ha aumentado casi el doble en Estados Unidos que en la UE. La industria europea invierte menos en I+D y va muy rezagada en software e inteligencia artificial (IA). El componente farmacéutico europeo está en peligro y unas pocas empresas, principalmente del sector del automóvil, dominan la innovación.
La pandemia y la guerra en Ucrania han puesto de manifiesto la dependencia de la UE de recursos externos, como materias primas, combustibles fósiles y componentes tecnológicos. La esperanza de convertirse en la primera potencia mundial parece ahora ingenua.
Más allá de la competitividad: prosperidad e inclusión social
El informe de Draghi subraya la necesidad de ir más allá de los problemas de competitividad y definir estrategias que aborden cambios complejos como el cambio climático, la transformación digital y las nuevas necesidades sociales. La mejora de la competitividad debe considerarse desde perspectivas más amplias, teniendo en cuenta las implicaciones económicas y de bienestar de la creciente brecha de productividad.
La competitividad también debe analizarse desde una perspectiva que reconozca los límites ambientales y sociales. Se necesita una política industrial diferente, que incluya objetivos centrados en la sostenibilidad, la transición hacia energías verdes y la corrección de la debilidad de Europa en industrias de tecnología intermedia.
El descontento y la necesidad de una nueva narrativa
Las nuevas directrices de la Comisión Europea consideran la descarbonización, la cohesión social y el desarrollo territorial como complementos útiles solo si contribuyen a una Europa más competitiva. Sin embargo, esta visión subyacente ignora la tensión entre el crecimiento económico, la sostenibilidad y el bienestar.
El informe de Draghi representa una visión económica tradicional que prioriza el crecimiento del PIB como piedra angular del progreso socioeconómico, lo que lleva a soluciones que favorecen una regulación más permisiva. Sin embargo, las crisis recientes y los problemas climáticos y sociales demuestran los límites de las políticas basadas únicamente en el crecimiento económico.
El aumento de la desigualdad, la polarización social y el descontento con las élites han generado un resentimiento político hacia el proyecto europeo y escepticismo sobre cómo se abordan los desafíos. Este malestar impulsa el apoyo a ideologías que socavan la UE o incluso abogan por su disolución.
Para responder a estos desafíos, es necesario elaborar una nueva narrativa a largo plazo sobre el propósito de la UE que aborde desafíos más allá de la sostenibilidad, la digitalización y la competitividad, y que incluya una definición propia de prosperidad. La UE debe mantener los valores de su modelo social, lo que implica un mayor protagonismo de las inversiones sociales promovidas por la Comisión que produzcan mayores retornos en términos de desigualdad, estabilidad de los ingresos y empleo.