¿Qué diferencia haría una administración Harris o Trump para las relaciones económicas de Estados Unidos con China?
A pesar de lo que podría parecer a primera vista, muy poca. En su primera administración, la agresiva política comercial de Trump hacia China atrajo mucha atención. El aumento unilateral de aranceles y el anuncio de sanciones comerciales progresivas contra China fueron en su momento titulares en los principales periódicos del mundo. Pero la postura de Trump en relación con los vínculos comerciales con China no fue mucho más allá de esas medidas. El pragmatismo de Trump incluso lo llevó a concluir un acuerdo con China (con mediocres resultados) para reducir el déficit comercial bilateral.
El legado de Trump en la política comercial con China
El sucesor de Trump no dio marcha atrás a las medidas unilaterales impuestas por el presidente anterior. No sólo eso, sino que complementó su arsenal de políticas "defensivas" con iniciativas muy ambiciosas de subsidio a ciertas actividades a través del Inflation Reduction Act y del bloqueo a las compras chinas de ciertos productos considerados sensibles. La administración demócrata no sólo mantuvo la orientación de la política arancelaria hacia China, sino que la complementó con restricciones y subsidios internos de distinto tipo.
Una convergencia bipartidista sobre la amenaza china
Conviene recordar, sin embargo, que esta convergencia bipartidaria no es un hecho reciente. El diagnóstico de que Estados Unidos ha sido tratado injustamente y que China se ha aprovechado quebrando las reglas del sistema multilateral antecede a Trump. Ya en la administración Obama, la diplomacia comercial norteamericana había puesto en marcha su boicot al mecanismo de solución de controversias de la OMC (vetando la designación de nuevos miembros), argumentando que se había excedido en sus facultades y que en varias disputas había hecho interpretaciones que iban en contra de los intereses norteamericanos (como en materia de derechos antidumping y la definición de lo que constituye un órgano público).
El futuro de las relaciones económicas entre Estados Unidos y China
La próxima administración, sea demócrata o republicana, difícilmente se apartará del diagnóstico compartido de que China es la principal amenaza al predominio económico de Estados Unidos y que eso demanda respuestas contundentes. Sin embargo, estas respuestas no sólo van a complicar la relación con China, sino también con otros aliados como los países europeos. En particular, sumar a las sanciones arancelarias una política de generosos subsidios domésticos para ciertas actividades desafía no sólo a China (probablemente menos de lo que esperan sus promotores) sino también a la Unión Europea, amenazando con enturbiar la relación transatlántica.
Las consecuencias de la "globalización ingenua"
Todas estas turbulencias son en buena medida consecuencia de lo que junto con Ricardo Ffrench-Davis llamamos la ideología de la "globalización ingenua" según la cual la potencia del cambio técnico conduciría a una integración económica global que resultaría en un mundo plano y en una convergencia de las instituciones políticas nacionales. La ambiciosa agenda con que fue creada la Organización Mundial de Comercio y el acceso de China fue parte de ese entusiasmo con pies de barro.
China: ¿incumplidora de reglas o víctima de una narrativa distorsionada?
Hoy está de moda argumentar que China incumplió las reglas y defraudó la confianza. Es un diagnóstico culpógeno que deja de lado el papel decisivo que tuvo la difusión de una manera de ver el mundo que era más una agenda de políticas que un diagnóstico basado en datos objetivos. La relación entre Estado y mercado y entre Estado y sociedad en China ha sido y es muy diferente que en la mayoría de los países de la OCDE. Si algo ha pasado en los últimos treinta años, no es justamente una regresión a formatos más rígidos. Es posible tener una visión más o menos crítica sobre esos vínculos, pero no se pueden atribuir sus consecuencias a una "defraudación" china.