Sabadell se niega a fusionarse con BBVA: ¿Qué sigue?
El rotundo rechazo de Sabadell a la propuesta de fusión de BBVA no sorprende demasiado. Aunque algunos en el sector esperaban que el banco presidido por Josep Oliu dejara abierta alguna posibilidad de reconsiderar la operación si cambiaban las condiciones, el banquero de Sabadell, curtido en mil batallas, no iba a poner las cosas tan fáciles a Carlos Torres. Es ahora el ex McKinsey quien debe actuar y demostrar que realmente quiere comprar la cuarta entidad del país. No debería esperar demasiado para mover ficha.
¿Por qué el rechazo de Sabadell?
Fuentes cercanas a Sabadell explican el proceso de toma de decisiones de forma natural. La propuesta, "no solicitada, indicativa y condicionada", como bien subraya el banco en el hecho relevante remitido a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), "infravalora significativamente el proyecto" de la entidad. Es decir, una oferta basada en un intercambio de acciones, con una prima que el mercado prácticamente ya ha absorbido y sin un consenso previo sobre la misma, no entra en los planes de la compañía. Quiere más.
¿Qué opciones tiene BBVA?
Aunque es normal que, hasta ahora, el banco y sus asesores hayan rechazado cualquier posibilidad de mejorar la oferta, sería ingenuo pensar que esa necesidad no estaba sobre la mesa cuando arrancó el proceso. BBVA tiene una opción previa, casi utópica, que sería responder al plantón del Sabadell con una OPA, hostil por supuesto. Requeriría un enorme coraje, ya que no hay precedentes recientes de este tipo de movimientos en el sector bancario español. Sí sería más factible pensar en una mejora de la oferta.
El papel de los accionistas
De la misma forma que Sabadell rechazó ayer sin ambages el planteamiento que tenía sobre la mesa, el máximo órgano de representación de la entidad tendría que recorrer el mismo camino si se modificara en algún aspecto la propuesta de fusión. Una nueva hoja de ruta abriría otros interrogantes. Por ejemplo, y en función de la cuantía que se planteara en efectivo, el movimiento podría obligar a BBVA a acometer una ampliación de capital para sufragarla, lo que incluso podría requerir la aprobación de los accionistas en junta.
No hacer nada dejaría a Torres en una posición sumamente incómoda. Cuesta pensar que eso suceda en este punto, sin más, por nolo contendere, tras tropezar dos veces en la misma piedra. Además, la transacción tiene sentido para el banco. Lo tenía hace un trienio y lo sigue teniendo. BBVA, que recibe un porcentaje muy importante de su beneficio de México y presenta un enorme nivel de exposición a una economía de riesgo como la turca a partir de su apuesta por Garanti, difuminaría esos peligros de manera radical. También le abriría una ventana de oportunidad para dar solución a sus problemas de gobernanza, actualmente lejos de las demandas del Banco Central Europeo (BCE), partidario de una división de poderes entre un presidente no ejecutivo (chairman, en términos anglosajones) y un consejero delegado. Hoy Carlos Torres ostenta poderes ejecutivos.
El factor político
Los tiempos juegan a favor de Oliu. Dilata los plazos en una partida en la que, por ahora, cuesta ver aristas políticas. No obstante, existen. Sabadell, hoy sin un núcleo duro de accionistas, tuvo en sus filas nombres ilustres de la burguesía catalana como los Lara, Andic o Folch-Ruiseñol. Oliu es el último mohicano de esa etapa, cuyo final no resta carácter señero a una entidad con unas raíces territoriales innegables. Poco extrañaría que fuerzas como Junts se movilizaran para evitar una absorción por el BBVA. En plena campaña electoral, el tema no ha sido un issue. Ahora bien, el mapa político de hoy no es el del lunes próximo. Para bien o para mal, sin los apoyos de otras épocas, el calendario es un aliado para Oliu; la presión es para Torres.